7:00 pm.
Llego a la estación donde debía verme con ella. El reloj marca las 7:02, "llegué tarde" pensé, pero son solo dos minutos, no me torturaré con eso. Comienzo a buscarte, veo de reojo el andén, personas desembarcan y se esfuman como los segundos.Otro tren llega después, de seguro viene atrasada pensé. Miro la mezanina y la busco con impaciencia, algunas personas me miran desde arriba con algo de desdén.
Todos esperan algo, todos siempre esperan algo: el tren. Yo la espero a ella.
De tanto buscarte veo a una chica, la chica me mira con algo de temor desde la escalera, de seguro mi rostro me delata, todavía sigo esperando a quien le de calma a mis noches. Ella mira incesante la escalera, como si esperase a alguien y observar ayudara a materializar un novio, una pareja, o tal vez al hermano en el extranjero que desearía que le acompañe en la vuelta a casa. Ella ahí, con un atisbo de inocencia interrumpida en su rostro, conserva algo de niñez y pero la luz en su rostro demostró una picardía inusual.
7:20 pm.
No me extraña, veo el reloj y a pesar de todo no me impaciento, ella siempre llega tarde. Hoy en particular necesito más de ella que de costumbre para distraerme de mi vida, del futuro, de los errores. Pero de cuales errores me quiero salvar los de ella o los míos. Ella casi se ha vuelto mi psicoanalista y cada minuto con ella es una suerte de terapia personal. Me habla de su vida, y escucha la mía. Se vuelve una acróbata y atraviesa mis largas horas de insomnio y mis sentimientos se doblegan ante ella con sublime ternura.
Todos siempre esperamos algo, me pregunto ¿Qué espero yo? la espero a ella, que aún no llega, pero seguro viene en camino. Eso deseo creer.
7:37 pm.
Otro tren llega, otro tren se va. En el andén se forman minuto a minuto algunas parejas, esta vez estoy entre ellos y los minutos corren con una prisa parsimoniosa que casi me mata en el desespero. Se siente un pequeño halo de tensión. Una mirada esquiva que rebosa en rubor, unos ojos que se encuentran con cuidado, un silencio que grita "bésame". No es ella, pero es la dulcinea perfecta para otro Quijote. El temor a esos enamorados se hace presente en mí. Se acercan, él le dice algo al oído, veo sus labios moverse. Le besa la mejilla y el rubor vuelve aparecer.
Otro beso se escurre en la oreja de la recién nombrada dulcinea, ella sonríe, se oculta en su pecho. Se deslastra de la pena y suavemente hace del grito una acción. Él espera con ansias eso. Ella no podía esperar más.
7:55.pm
El tiempo, cuando aprendes a valorarlo, lo concibes de forma diferente. Es como la ambrosia de los dioses regalado a una simple mortal. El problema no fue la hora perdida, ni el silencio de un teléfono apagado. El problema es la falta de compromiso, la falta de motivos, el exceso de excusas y una frustración mezclada con un llanto ahogado que intento mitigar. Porque a veces no es algo de la carne sino del alma, un deseo de ser el otro en una relación humana. Fatigado, respiro hondo y decido irme.
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