En su caminata a casa iban riendo de lo ocurrido, no podían respirar de tanta risa y dolor… luego algo los hizo callar, cuando llegaron frente a un bosque misterioso que tenían que pasar, de ahí el porqué venían en la bicicleta; para pasar el bosque tan rápido como un parpadeo así evitarían cualquier encontronazo con las fuerzas del mal, pero esta vez era inevitable el encuentro, solo la oscuridad y el ruido de los animales daban el ambiente adecuado para cualquier aparición de las fuerzas del mal… y si aparecían la mejor opción era darles la cara y verlo a los ojos; hablaban los jóvenes heridos de aquella caída.
De pronto se escucha un ruido seco y ven como sale de la oscuridad y se acerca con gran velocidad una pelota de futbol en el aire, al ver eso los jóvenes salen corriendo cargando la bicicleta, y se desplazaban tan rápido que cruzaron el bosque tan velozmente que, sin darse cuenta estaban ya muy lejos de haber cruzado el bosque y todavía estaban trotando, uno le dice al otro: “¿Qué paso con lo de ver al mal a los ojos? A lo que su amigo responde: “Olvídalo amigo, quiero llegar a mi casa a ver a mi mamá y comerme la cena que muy probablemente ya me la haya hecho y dejado en el microondas, luego irme a dormir, siento como si viniera de una guerra”.