Un muchacho que vivía siempre quejándose de todo lo que le faltaba y de lo pobre que era, le reclamaba a Dios porque no le había dado riquezas como a otros. Un viejito, molesto ya de su continua llorantina, le dijo un día:
Deja ya de quejarte y reconoce de una vez lo muy rico que eres.
¿Rico yo? ¡Que esta diciendo, si no tengo ni siquiera donde caerme muerto! Vea mi ropa vieja y gastada y ni siquiera tengo a veces que comer...
El viejito le agarró de un brazo y le dijo:
- ¿Te dejarías cortar tus brazos por veinte millones?
-¡Por supuesto que no!- respondió el muchacho -. ¿Para que quiero millones si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar, abrazar a mi novia?
-¿Y te dejarías cortar las piernas por setenta millones?
- No, no ni hablar... ¿Para que quiero setenta millones si no voy a poder caminar, bailar, pasear, salir de paseo?
-¿Y dejarías que te sacaran los ojos por doscientos millones?
-¡Ni loco! ¿Para que quiero doscientos millones si no voy a poder ver el amanecer, ni el rostro de mi madre, mi novia y mis amigos, ni las flores, ni la televisión, ni el cine?
- Entonces, reconoce de una vez lo muy rico que eres y deja ya de quejarte.
Imagina por unos segundos con alguna discapacidad, sin brazos o sin pies, y disfruta de la gran riqueza de tenerlos.
Cierra por un momento los ojos, piensa lo terrible que seria que te quedaras de repente ciego. Ábrelos y déjate atrapar por lo que vez a tu alrededor y su luz. Tapa tus oídos y trata de imaginar tu vida hundido en el silencio total, sin poder escuchar nunca tus canciones o música favorita, el canto de los pájaros, las voces y risas de las personas que mas quieres. Disfruta después del bullicio a tu alrededor hecho de voces, gritos, ruidos.
@diligarc