Posiblemente resulta tedioso leer un título del que conoces su historia y probablemente la vivas, sin embargo me resulta necesario escribirlo. No tengo la intención de mencionar colores políticos porque a todos nos arropa una bandera, porque todos vamos en el caballo blanco, mire a donde mire, porque todos somos venezolanos y sabemos lo que pasa a diario. Mi intención es desahogarme, simplemente eso.
En definitiva, los médicos venezolanos parecen ser una especie en extinción.
Todo comenzó el sábado en la noche, me costó conciliar el sueño porque sabía que el domingo sería sumamente largo y probablemente serían más de 24 difíciles horas de guardia en el hospital. Logré descansar obligándome, sabiendo que al día siguiente lo haría muy poco tiempo si podía. Como siempre me desperté con tiempo para recibir el turno y aliviar la carga de quienes permanecían en el hospital. El sábado sólo habían estado dos médicos, al frente de la emergencia y los cuatro servicios cuya mayoría de camas estaban ocupadas, pero se mantuvieron firmes y no flaquearon. Pasaron una prueba de fuego porque dos médicos para todo un hospital no es una tarea fácil.
Cuando llegué al hospital conversé con el vigilante –mi amigo Juan– un hombre fornido, que a primera vista parece tener un carácter fuerte y lo tiene, pero que todo el año pasado nos aconsejó a mis compañeros y a mí, y le tomamos cariño por eso. Las guardias de mi grupo 6 el año anterior eran complicadas y Juan siempre nos decía que Dios sabía a quién darle cada cosa, y Él tendría sus razones para darnos esos pacientes a nosotros. Pienso en eso cada vez que siento que tengo demasiado trabajo.
Al entrar al cuarto de médicos no las encontré. Una atendía un parto y otra a los pacientes de la observación rápida que para variar estaba full. La doctora me informa el estado de cada uno, pasamos a las salas de hospitalización, servicio por servicio. Vi mis presentimientos del sábado en la noche volverse realidad: la guardia del domingo estaría algo complicada. Fue una certeza cuando mi compañero de turno no llegó y me vi sola con el hospital a cuestas.
Empecé por reorganizar a los pacientes, hacerme una lista de los más delicados y las cosas pendientes para ir cumpliendo con ellas sobre la marcha. Las consultas no dejaban de llegar, por lo que debía pedir a los pacientes que hicieran honor a su nombre, paciente viene de paciencia y eso necesitaba. Aparentemente todo iba bien a pesar de todo. A mitad de la tarde llegó una paciente embarazada, con una RPM (Ruptura Prematura de Membranas) de 25 horas de evolución –había rotó “fuente” el día anterior–.
WTF 😵
Venía de un hospital en donde debieron haberla atendido, pero no lo hicieron. Me contó que el sábado la habían atendido mis compañeras, y que la refirieron porque no tenían manera de brindarle ayuda. Ella acudió al lugar al que había sido enviada y le pidieron que sólo volviera si contaba con una ecografía con cuantificación de ILA –donde especifica la cantidad de líquido amniótico que permanece en el útero– pero ni siquiera una mano le habían puesto encima. A veces me pregunto cómo un médico puede cometer semejante acto, porqué estudió esto, no lo acabo de entender.
Era cierto, el estudio era necesario, pero si sólo hubieran tenido la decencia de evaluarla no la habrían dejado ir. En el momento que escuché el foco cardíaco fetal me alarmé y al mismo tiempo traté de calmarme y proceder con lo que se debía. El feto tenía taquicardia, no podía conducirle el parto a la paciente porque complicaría la situación, no tenía ambulancia disponible ni en municipio ni en los vecinos y la paciente y sus familiares no contaban con un vehículo para trasladarse, por lo que permaneció toda la noche allí y yo reevaluándola pero siempre hubo taquicardia.
Más tarde un abuelo con una hemorragia digestiva tiene la hemoglobina en 4gr/dl, y unos momentos más tarde un adolescente con la misma condición y la hemoglobina en 6gr/dl, una recién nacida con dificultad respiratoria, una multípara en trabajo de parto, pacientes esperando por consulta.
¡Oh, por Dios! Respira, calma, prioriza 🙁
Doy las indicaciones para los pacientes con hemorragia, subo a ver a la recién nacida ¬que afortunadamente no estaba en tan mal estado y bajo a atender el parto. Mi miedo era que al salir todo estuviese lleno de personas demandando atención pero afortunadamente al volver a la emergencia todo estaba en calma. Empecé a hacer los ingresos que necesitaba, llamar a las licenciadas de banco de sangre para canalizar el concentrado globular que necesitaban los pacientes a la brevedad posible, revalorar a los pacientes delicados que ya estaban ingresados. Y era casi media noche.
¡Pff! Llegó otra paciente con RPM 😓
Cuando la evalúo me doy cuenta de que es un embarazo pre término y también debo referirla, pero ella tampoco tiene medios para trasladarse. Llamo a una especialista y me aconseja redactar una nota que especifique las condiciones del caso y que sea firmada por la paciente y sus familiares antes de ingresarla y administrarle oxitócicos para conducir el trabajo de parto.
Una de las enfermeras me pregunta si almorcé, mi respuesta es una risa – ¿En qué momento, mi licen? – Tienes que comer, Francheskita, sino te hospitalizamos a ti también.
Con el hospital en calma relativa me senté un momento y sentí el cansancio recorrer mis piernas, busqué mi cena y comí. Traté de hacerlo lento para aprovechar ese momento de silencio para descansar. Una enfermera me llevó un cambur y me preguntó cómo había sido capaz de quedarme allí sola, y la verdad yo no lo sé. Supongo que son las ganas, y la conciencia. Si me iba el hospital quedaría solo ¿quién iba a poder hacer algo por todos los pacientes que permanecían allí o llegaban buscando ayuda?
Después de comer empecé a organizar mi entrega para la revista médica, sabiendo que saldría tardísimo con tantos casos clínicos que presentar. A sólo media hora para la llegada del especialista acudió una paciente en expulsivo, la subimos a sala de parto y la verdad no sabía quién entregaría la guardia pero era obvio que yo no podría. La paciente no sabía pujar, su parto tardó más de lo que esperaba y mientras le explicaba cómo debía hacerlo una enfermera me advierte que están subiendo a otra. Me cambio los guantes, la evalúo, 6cm, y después de ella otra embarazada en trabajo de parto, 4cm. Cumplí mi post guardia saliendo de sala de partos a la 1pm y subí a dirección para firmar la asistencia.
La secretaria me informa que la directora está en camino, hay una reunión porque es necesario reorganizar a los médicos que permanecen: dos más han renunciado. La directora es joven y lleva a cuestas una responsabilidad tremenda, me pongo en sus zapatos y me siento peor que durante mi guardia. Sólo quedan 10 médicos en mi hospital. Sólo 10 médicos de los cuales uno ya hizo saber que a mediados de mayo se va del país.
