Existe algo mas puro que la conexión con uno mimo, dentro de un entorno totalmente desolado?
Hoy quiero revivir uno de los viajes mas recientes y una de las experiencias mas naturales que he vivido en este ultimo año, unos días con dos grandes amigos alejados de la civilización, viviendo la paz y la plenitud de la calma.
Tal vez suene demasiado mistico para algunos, pero para los amantes de la naturaleza y del aislamiento social, les recomiendo hacer una pequeña escapada a la soledad de vez en cuando.
Todo comenzaba una mañana de Marzo, día 7 para ser mas exacto, nos las arreglamos para llegar al punto de partida.
Un ultimo almacén donde comprar algunas provisiones de ultimo momento, todo esto ocurría en la puerta del puente de Laguna Garzon, ubicado a 30 kilometros de Punta del Este en dirección Este.
El puente cruza la laguna y separa dos departamentos, el de Maldonado, donde nos encontrábamos en ese momento, y el departamento de Rocha, destino marcado en nuestra hoja de ruta, pero mas allá de separar dos departamentos, parece que la tarea de ese puente es mantener la civilización de un lado y la vida agreste y salvaje del otro.
Este cartel parece describir perfectamente el camino que nos espera, una caminata por una ruta discontinuada, aproximadamente unos 18 kilometros bajo un sol que tenia las materias recargadas y ya empezaba a sentirse en los brazos.
La idea original era, caminar aproximadamente la mitad del recorrido, hacer una pausa para reponer energía e hidratarse, para poder terminar ese camino y llegar a la laguna de Rocha, primer destino, y donde pasaríamos la primer noche.
El paisaje que nos rodeaba parecia sacado de un cuento, o quizás de un documental de National Geographic, una mezcla de entornos entre lo rural y la playa que forman una combinación de belleza y colores que deleita el ojo.
Se hacían casi las 16 horas cuando empezamos a cruzarnos con animales de todo tipo, perros, vacas, ovejas y algunos caballos salvajes que hicieron que todo se vea un poco mas poético.
Ya sentíamos en los pies que las piedras del camino poco a poco se iban convirtiendo en arena y eso solo significaba una cosa, la playa estaba cerca. Con las piernas no tan cansadas, pero con la piel ya curtida de pasar el día al sol, teníamos la meta fija en la cabeza de llegar cuanto antes y armar campamento para poder pasar un rato descansando y disfrutando de la soledad.
Llegamos a destino con la luz suficiente como para disfrutar un poco la playa, lo primero fue dejar las mochilas, que rondaban los 15 kilos cada una, y ya estaban agregando una pequeña dosis de malhumor al ambiente.
Procedimos a recorrer un poco el lugar, y tratar de encontrar un buen punto para pasar la noche, un mirador de aves situado a unos metros de la orilla parecía ser nuestro hogar para esa noche, las carpas irían en la arena por mayor comodidad pero el mirador nos brindaba una protección contra el viento, y un poco de escondite también.
El atardecer parecia una pintura, y nosotros estábamos en primera fila para apreciar sus colores, el ruido de los grillos y algunos pájaros que terminaban su vuelo diurno le daban un toque mágico. Ya con las carpas armadas, nos disponíamos a preparar la cena y pensar un poco en cual seria la idea de mañana, marcar el proximo destino y seguir con esta aventura.
Recuerdo en ese momento tener muchas ganas de estar disfrutando una pizza con anchoas y una rica cerveza negra, aunque el momento que estábamos viviendo no lo cambiaría por ninguna comida del mundo.
La noche estaba ya casi en su plenitud, y así se veía nuestro hogar, el reloj marcaba las 22:15, relativamente temprano, pero para nuestro cuerpo cansado de caminar, cargar peso, y recibir un sol muy fuerte, parecía que no dormimos desde hacia al menos tres días.
No nos costó mucho el ponernos de acuerdo en dormir temprano para poder salir al amanecer al otro día y así intentar evitar el fuerte sol.
El dia dos amanecio calmo, y mezcla de nubes y humedad hacían del entorno un lugar un tanto misterioso, sin tanta luz como el momento de nuestra llegada, y así de todos modos se posa apreciar lo virgen y lo olvidado que estaba ese lugar.
Apenas un par de casas a lo lejos, en las que era difícil por momentos distinguir si en algún momento alguien había tenido el coraje de habitar allí.
Sin mas vueltas decidimos hacer un desayuno rápido, cafe, manzana y unas frutas secas eran nuestro combustible hasta la próxima parada.
Así se veia nuestra ruta para continuar el camino, nos esperaban unos cuantos kilometros hasta el próximo destino, Valizas.
Aunque suene poco creíble, y cuando creíamos que ya no llegaríamos a un lugar mas silencioso y mas calmo, nos encontramos con este pequeño pueblo/balneario de pescadores donde el tiempo se ha detenido y parece que los años se han olvidado de pasar por allí.
Con unas playas que muestran una inmensidad increíble y un numero de habitantes menor al cualquier complejo de apartamentos de la capital, nos encontrábamos nosotros agradecidos de poder estar vivos, vivos y en ese lugar.
Pasamos el dia en la playa, un poco de frisbee, un buen almuerzo, y por su puesto que la comida no iba a estar ausente.
Ese dia lo pasamos en la playa, sin preocupaciones, sin pensar en que seria de nosotros en la noche, la verdad que la idea era poder limpiar la mente de preocupaciones por un tiempo, y lo veníamos implementando de la mejor manera.
El despertar de una siesta en la arena, para poder ver un atardecer increíble en la desembocadura de Valizas, fue uno de los puntos mas altos del viaje.
Una noche mas de carpa en la playa, una noche mas de comida de campamento y silencio de insectos. El clima amenazaba un poco con mojar nuestra aventura, pero por momentos parecía apiadarse de nosotros y regalarnos un día mas de verano, un día mas de playa y felicidad.
Esa noche decidimos salir un poco a explorar y sacar un alguna que otra foto, y por que no, tomar una rica cerveza en una cancha de basquetbol que claramente mostraba estar olvidada.
Todo transcurrió de la mejor manera, y el dia siguiente gozaba de un sol pleno y un calor de finales de verano, sin muchos planes de seguir el camino, decidimos tomarnos un día mas en esa playa increíble para salir a recorrer la inmensidad de sus dunas de arena. Por momentos hace a uno sentirse tan chico y perdido en ese mar de arena, que si uno es paciente y presta atención, casi que se puede apreciar como el viento hace una especie de movimiento de ajedrez para lentamente ir acomodando un poco y moviendo a gusto las piezas que formaban estos medanos de arena.
Era ya sabido y con los tres acordando en el mismo voto, que la siguiente noche también la pasaríamos ahi, no por que la noche fuera la mejor, ni tampoco por que tuviéramos el mejor dormitorio del mundo, si no que cuando salía el sol y La Luz aparecía, la belleza de esa playa era increíble, todos coincidimos que era ahi donde queríamos quedarnos a disfrutar nuestros días. Y a pesar que solamente teníamos un poco mas de 24 hs de disfrute nuestra mente estaba renovad y nuestra felicidad estaba haciendo tope desde el día uno.
No íbamos a dejar que la nostalgia del regreso empape de tristeza nuestra vuelta, pusimos la mejor cara y empezamos un retorno a la vida cotidiana.
Mas alla de estar dejando atrás un paraíso, todos teníamos un motivo para volver, la familia, las mascotas, y por sobretodo lo que uno mas extraña cuando esta de campamento, la cama y a ducha.
Muchas anécdotas quedaron en mi cabeza, muchas historias de amigos que nunca se van a borrar, y mientras esperamos que el invierno pase, ya aprovecho para decirle a @nicolasdosse y a @elalec, mis grandes compañeros de ruta, que en breve se vienen nuevos destinos y nuevas aventurar para vivir.