En esta oportunidad quiero presentarte una historia que se asemeja, con mucho de nosotros, fue relatada por el sacerdote "Mamerto Menapace" y es que en un cierto tiempo un joven que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina y pensó que era imposible que una gallina subiera a las altas montaña de la cordillera y menos un avestruz porque era muy pequeño.
Decidió llevárselo a casa y justamente tenía un criadero de pavos, pensó mucho en ponérselo porque podía partirlo la mama pava que estaba clueca en ese entonces, y tomó la decisión de empollarlo con la pava, con el pasar de los días empezaron a quebrantar los huevos, y también rompió el que el había traído de la cordillera, era nada más y nada menos que un "Cóndor".
Empezó a criarse en medio de los pavos comía como ellos, caminaba como ellos, entonaba la misma forma de ellos hablar. A veces se sentía un poco extraño, sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas, pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella, andaba siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que los impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarotes, que a pesar de ser grandes, no vuelan.
Un mediodía estaba el cielo muy nublado y llenos de aves que se desplazan con total libertad, su corazón empezó a latir muy rápido añorando volar como lo hacían aquellos pájaros en el nublado cielo.
Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rio de él cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico y que se dejara de tonterías. Ellos estaban en otra cosa. Tenía que ser realista y acompañarla a un lugar donde había encontrado mucha frutita madura y todo tipo de gusanos.
Desorientado el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacía sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un día murió. Sí, lamentablemente murió en la pavada como había vivido.
¡Y pensar que había nacido para las cumbres!
Quizás estas pasando algo similar que no sientes el apoyo de ninguna persona, familia o compañeros, pero esta gran lección que nos da esta bella historia nos enseña que no debemos poner límites a nuestros sueños y más cuando escuchas voces que te dicen que es imposible, es cuando más debes luchar por tu meta.