Hoy decidí perder mi tiempo viendo fijamente un like por 30 minutos de una persona. Un simple like. ¿Qué creen? ¿Qué me importa acaso? Pues no, para nada. Solamente me pongo a pensar… Quizás estaba él en la cocina, llegando de su casa, abriendo una cerveza, cansado por el día. Recordó que tenía que mear y se fue al baño, dejo la cerveza espumeante, abierta, en la mesa. Se paró al frente del inodoro, bajó su bragueta, se sacó el piripicho, echó una meada brutal porque venía de la calle; estaba hoy bebiendo un rato con un par de amigos. Se rascó la nuca. Pensó “coño, no llamé a Florinda en la tarde…”, hizo una mueca. Dejó de orinar. Se lo propuso para mañana a primera hora, seguro que lo iba hacer. Acomodó su paquete de hombre, se lavo las manos. Aún mojadas, antes de secárselas, se las paso por el rostro y un poco por su cabello. Las secó y mientras hacia esto, se miró en el espejo. Detalló su rostro, se vio un moco, se lo quitó de una sola sentada con la mano. Abrió la boca, se vio los dientes, cerró la boca, salió del baño. Luego llegó nuevamente a la cocina y agarró la cerveza con una mano, sacó del bolsillo derecho de su pantalón el teléfono con la otra mano. Se sentó en la mesa. No debía estar bebiendo. Se empinó la cerveza. Desbloqueo el teléfono. Vio un par de mensajes, no le importó. No es de mensajes. No es un hombre de mensajes. Abrió la aplicación. Se dio cuenta que estaba sentado en la mesa, se paró para sentarse en la silla, se echó a reír. Empezó a echar pa abajo a leer las publicaciones. Se tropezó con un par de fotos graciosas; las guardó. Luego, silencio. Fijó la atención por un momento en mi publicación, decía lo siguiente:
Japi Dolor
2 h
Tengo la nariz tapada. Los odio.
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Sonrió. Lo miró fijamente. Y pensó, pensó… “Ay, ay, ay Maracay… ¿Qué sería del día sin estas cosas tan pequeñas, como una florecita que se pega en el cabello? Yo no sé… A veces, las olvido sin querer... ¡Cómo soy capaz de poder olvidar el sentimiento de complicidad! Ay mi madre, yo no lo sé… Y me siento en vano y parpadeo y la siento y no me veo… No sé qué coño estoy diciendo…” Se empina de nuevo la cerveza, lo suficiente para tomársela completa y de un coñazo la pega de la mesa. Se levanta de golpe y tambaleando se va a su cuarto, apaga las luces, piensa en un cordero. Cierra los ojos y se asegura de caminar cerca de la pared. Llega al cuarto, cierra la puerta, se acuesta en el borde de la cama. Se desabotona la camisa. Se quita los zapatos. Hace un lado el pantalón. Se enrolla en el edredón. Duerme en interiores. Agarra de nuevo el teléfono, se acuesta bocabajo. Lo desbloquea de nuevo, está viendo la pantalla con un solo ojo; el otro lo tiene cerrado, pegado de la almohada. Se encuentra de nuevo con la publicación. Y piensa “Verga… Yo también” y se duerme.
Pero como les decía, a mi no me importa.
¡GRACIAS POR LEER!
