Se podría decir que era el primer amor a grandes rasgos. Estudiaron juntos desde niños, a los 16 años dejaron juntos su virginidad entre la sábanas. Fueron novios desde entonces.
Ya hoy con 32 años, él está en la sala de espera del hospital, con la incertidumbre de saber como se encuentra el que ha sido su novio de toda la vida, pues su gran amor fue ingresado una vez más a emergencias por una sobredosis de cocaína. Ahí conoce al doctor de turno que le explica el estado de salud de su amigo el cual no es muy alentador, aunque ya está estable y fuera de peligro.
Sus amigos más cercanos le repiten la frase que se ha vuelto costumbre; ¿hasta cuando seguirás con él?, él no te ama, lo que ama es drogarse, ya no es la persona de la que te enamoraste. En este momento ya no son novios, pero aún se siguen viendo, sigue habiendo una relación, aunque ya cada quien hace lo que quiere; el otro no sabe como dejar las drogas y él no sabe como dejar esta relación.
Uno de esos mejores amigos con esa particularidad de tener una forma de pensar radical lo invita a una fiesta, él accede a ir y estando allá; aburrido, se siente parte de la decoración del lugar con cierta incomodidad a no combinar con el ambiente. Su incomodidad fue interrumpida cuando un hombre se le acerca, quizás compartiendo la misma sensación decorativa. Le saluda con respecto y después de unas cuantas preguntas para romper el hielo le dice qué si se acuerda de él; pues era el doctor de turno. Algo apenado, él responde que si se acuerda, el doctor dibuja una ligera linea en su cara, lo más cercano a una sonrisa.
El doctor le pregunta como sigue su amigo, y si mantiene contacto con éste. Él le responde con honestidad y siguen platicando. Ya el ambiente no se les hace propicio para seguir en la amena charla y deciden dejar el lugar. Caminan, el doctor contempla las estrellas y lo invita a verlas también, a él se le había olvidado lo que era ver el cielo, así que le pareció genial. Caminaron por un largo rato.
A veces es instintivo, químico, físico; las atracciones de dos seres, y este era un vivo ejemplo; ejemplo que concluyó en un beso al despedirse deseando volverse a ver. Él era otro al lado del doctor, era un reencuentro de emociones que extrañaba con nostalgia y siempre deseaba volver a sentir antes de que su media naranja comenzara a ser adicto a no sentir nada. El doctor era atento, detallista, lo cuidaba y en la cama se merecía toda una estrellita dorada en la frente por tan buena tarea realizada.
Pasó el tiempo y los encuentros se hicieron rutina, se hicieron una nueva relación, él se sentía bien, pero el doctor mucho más, pues cada vez que podía le hacía escuchar un te amo, aunque este nunca haya tenido una respuesta de vuelta, solo un abrazo o un dulce y largo beso.
Un día el doctor lo llama no con muy buenas noticias. Su amigo fue ingresado sin vida al hospital producto de una sobredosis. El corazón de una persona puede quebrarse en pedazos, pero es doloroso cuando los pedazos también se quiebran en otros más pequeños. Fue difícil asimilar la muerte de alguien a quién se quiso tanto, pero el tiempo y el amor del doctor sirvieron de mucho.
Un día el doctor realizó una cena especial para darle una gran noticia, había conseguido un cargo en un hospital muy bueno de la capital y quería mudarse allá, pero aceptaría la oferta si él decidía irse también.
El día de la ida a la capital, él llego a la casa del doctor, terminaron de recoger todo el equipaje y ya justo al momento de la partida abrazó fuertemente al doctor, lo vió dulcemente a los ojos, se acercó y le dió un beso como jamás lo había dado, llenos de un sentimiento inmenso y sincero, y sin más lo volvió a mirar y le dijo:- te amo demasiado, te amo mucho. El doctor se alegro demasiado, siempre esperaba escuchar esa frase, aunque sabía que era un adiós.
Él le deseo la mejor de las suerte y le dijo que se hiciera el mejor doctor del mundo. El doctor le prometió que trataría de hacerlo lo mejor posible, se montó en su carro y lo vió alejarse hasta perderse en el horizonte.
