2018, sinónimo de cambios…
Si bien como es de costumbre al final del año pasado ya tenía mis resoluciones para el 2018 (Típicas resoluciones de una adolescente: hacer la dieta, ir al Gym, sacar buenas calificaciones, pasar mas tiempo con mis amigos, disfrutar mas los ratos en familia, etc, etc) Cosa que, las cumplí (digamos que si) pero en partes. Hice la dieta porque se me hizo obligatorio, fui al Gym durante dos meses, mis calificaciones no eran las mejores pero sin embargo nunca reprobé (¿o si?), No pasé tiempo con mis amigos como el que quería pero aun así disfruté cada momento con ellos y con respecto a mi familia… creo que jamás habíamos estado tan unidos, una causa llevó a otra y a pesar de las diferencias, estuvimos juntos y nos dimos fuerzas mutuamente.
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En Marzo mi vida cambió un poco, un accidente me hizo apreciar mi vida y a descubrir el verdadero significado de la amistad y de la unión. Perdí, si, en un accidente todos perdemos pero también ganamos. Perdí amigos a causa de esto y dolió porque no era tan consciente de lo que soy ahora, comprendí que los amigos son aquellos que están contigo en buenas y malas, los que lloran y ríen contigo, los que sienten y respetan tu dolor, los que no te dejan caer caer, los que están ahí sin importar las condiciones, y siempre he hecho énfasis con este punto de la amistad.
Gané fuerza (Física y mental) que no pensé que mas adelante, en el transcurso del año me tocaría emplear. Y comenzó de nuevo mi vida, era como si estuviera viviendo en la misma casa, con las mismas personas y en el mismo lugar, sólo que todo era diferente. Me tocó reconstruir un pedazo de mi vida y la de mi familia con fuerza y valor.
Entonces, llegó alguien a mi vida, alguien con quien nunca se me pasó por la mente que me iba a poner el mundo patas arriba (y en el buen sentido). Con él los minutos pasaban volando y nunca me quería despegar de su lado, pero cada uno tenía una vida que vivir y pues vivía insegura de que se sintiera de la misma manera en la que me sentía yo. Nunca quería regresar a casa, para mí cada minuto con él valía la vida entera. Fue tanta la libertad que sentía con él que me hacía olvidar de los problemas de la cotidianidad. Si alguien me preguntara que sentí (o siento), no sabría contestar, solo sabría decir que nunca nadie me hizo sentir así. No quisiera etiquetarlo así pero para mi fue un ángel que bajó sólo para que se pusiera en mi rostro una sonrisa y que el estomago me fuera a mil por horas cada vez que lo viera. Me enamoré (o creo que eso sucedió).
Pero no todo es color de rosas, y cinco meses después la vida volvió a cambiarme el rumbo. Me vi obligada a dejar todo y emigrar a otro país y nuevamente empezar de cero. Dejé a mi familia, amigos, novio (o lo que fuera, yo era feliz con lo poco que eramos), mi vida, mi niñez, mis recuerdos, estancados en esa ciudad, queriéndolos meter a todos en una bolsa, bolso, lo que fuera, y traérmelos conmigo. Recordar esos últimos días solo me hacen rememorar ese nudo en la garganta tan horrible al despedirme de las personas que amo, sin saber cuando nos volveríamos encontrar, teniendo miedo de lo que fuera a pasar mientras la distancia hacía de las suyas. Sin embargo, esa fuerza que aprendí meses antes, me sirvió para levantar la cabeza e iniciar de nuevo, cuatro meses después, no les miento, sigue doliendo la lejanía y el hecho de que nos veamos por Skype y por WhatsApp. Estando aquí, descubrí que nunca imaginé estar lejos de lo que siempre amé, estar lejos de esa doña que siempre discutía contigo, de esta tía que siempre tiraba de tus orejas, de ese viejito que te oía cantar y enseguida las lagrimas brotaban de sus ojos, cada uno con sus defectos y virtudes pero aun así, nunca me imaginé estar lejos de ellos, llegar a casa y no encontrar a mi abuela preparando arepas o preguntar por mi tía y que me digan “está de guardia” o “ está estudiando con sus amigas” o “haz silencio que tu tía llegó cansada y está durmiendo”, y encontrar a mi abuelo, escuchando la radio y/o viendo televisión.
Con mis dos mejores amigos hablaba todo el tiempo (bueno, casi todo el tiempo, los tres trabajábamos y cuando casualmente estábamos libres, conversábamos) nunca me imaginé que iba a perder a uno de ellos. Hace un par de semanas despertaba temprano para ir al trabajo y saliendo de ducharme, el mundo se me vino abajo, me llamaba mi mejor amiga para decirme que nuestro mejor amigo había muerto hacía un par de minutos. No entendí por qué, y dolía tanto que sentía que el cuerpo se me quemaba por completo, un dolor atentaba mi pecho y era porque dolía y era la primera vez que experimentaba un dolor o una sensación así. Aún cargo con ese dolor encima, todos los días le recuerdo así como era el siempre conmigo, tan atento, caritativo, bromista, con una sonrisa en la cara y con ganas de vivir la vida al máximo. Cuando caí, el estaba ahí y me ayudó a levantarme, cuando estaba muy triste siempre me jugaba una broma e instantáneamente había una sonrisa en mi cara, siempre estaba pendiente de mi, estuve enferma y no le importó darme de su dinero para comprarme las medicinas, No tuve para pagar mi universidad y el lo hizo, iba a mi casa y mi familia era su familia, todos lo querían, siempre le hice saber lo mucho que lo quería, ¡nos habíamos planeado un viaje! A Canadá, el país de sus sueños y hasta hoy solo me duelen tres cosas: 1) No haberme podido despedir de el. 2) No poderle regresar todo lo que hizo por mi y 3) Estar lejos de él en sus últimos días.
Pero… ¿saben una cosa? Lo leí en una película y hoy lo reitero, la vida, es aquello que pasa mientras se hacen los planes. A principio de año tenía pensado que iba a hacer y de repente todo cambia y aunque en el momento creí que era malo, que era horrible, después entendí que así como las cosas malas pasan, también pasan las buenas y a pesar de que aquí les escribo que me sucedieron cosas malas y no tanto, detrás de ellas, sucedieron cosas buenas también, aprendí, gane mucho y aunque no fueran cosas materiales, el destino me premió con cosas mas grandes, cosas que no se ven, fuerza, madurez, valentía, coraje, inteligencia, tolerancia, paciencia, amor y otras cosas más que estoy segura que me faltan por descubrir.
Y terminando esto… sé que aun falta una semana para navidad pero ¿la verdad? Ya lo tengo todo, y aunque no tenga al resto cerca… lo tengo todo, no tengo por qué pedir más. A veces creemos que la navidad es regalar, ropa, zapatos, juguetes pero lo cierto es que la navidad va mas allá de eso… es unión, paz, amor y eso, ya lo tengo!
