Espacio para las criaturas cotidianas, que se dejan atrapar por la escritura.

Hablamos, somos seres del lenguaje, -incluso podríamos decir - que somos seres hablados. Producimos textos en nuestro decir, eso nos hace, también, seres textualizados. Un texto que se dirige a un lector, un lector es aquel a quien nos dirigimos, pero ¿quién me lee? ¿a quien me dirigo cuando hablo? Es nuestra tragedia cotidiana la que se condensa en cada figura de interlocutor que construimos. ¿A quien me dirigo ahora? es una pregunta que no se formula cuando se elabora un enunciado para un Otro. Se le dirije, sin preguntar. Es cuando éste retorna, cuando lo que aparece es casi siempre signo de oposición, oposición que no es mas que cuando lo que surge se presenta bajo la forma de -eso no era lo que quise decir- Los "eso no era", -eso no fue mi decir- es una forma fraudulenta de la comunicación, una especificidad del autoengaño que se manifiesta en el acto de hablar.
Justamente en el asunto de que cuando un sujeto habla-cuando uno se dirige a un Otro- elabora un mensaje, enunciados, cuya enunciación siempre le es opaca. Desde ya, entonces, el sujeto, esta opacado en su "yo no quise decir eso", porque en el fondo, opera la represión del querer que se juega en sus dichos. El deseo que se escabulle cuando se habla. Entonces, no solo a quien me dirigo, sino a que deseo apunto cuando hablo, de esto pecamos de ignorancia, pues hablamos bajo la suposición de que el otro revertirá, esta falla en el saber, de que es en el Otro, donde obtendremos este querer.
Por: Margareth Acevedo