¡Hola a todos Steemers!
Sé que he estado bastante ausente en mi blog, pero quiero adentrarme nuevamente en este océano para compartirles mi contenido. Como sabrán, soy Médico Cirujano, y para ganarme este título, tuve que realizar distintos procedimientos a lo largo de mi carrera.
Como todo en la vida, las cosas se aprenden intentándolo, y las primeras veces, muchas no salen como deseamos, pero así es esto, para aprender hay que equivocarse, pero…cuando se trata de personas, de seres humanos, el error no parece ser una opción. Así que acompáñenme en esta anécdota de mi vida, cuando realice mi primera sutura. ¿Será que me fue bien?
Foto personal
Como seres humanos tenemos la capacidad de almacenar información y a la vez desecharla con tanta facilidad que nuestro cerebro trabaja arduamente para identificar las cosas “IMPORTANTES” o “INDISPENSABLES” de las menos relevantes, para que estas sean retenidas por más tiempo en nuestra memoria, incluso para toda la vida...
Hay algunas de esas cosas que simplemente resultan imposibles de olvidar, por el hecho de que nos encontramos constantemente expuestas a ellas, como nuestro número de teléfono y de allegados, cedula de identidad, dirección, entre otras.
Mientras que otras, a pesar de no repetirse en el día a día, han sido guardadas con gran recelo en nuestra memoria por el recuerdo de la emoción, aquello que sentimos cuando lo vivimos. Este tipo de recuerdo tiene la capacidad de hacernos revivir las alegrías o las tristezas, los miedos o los llantos, con tan solo evocarlos. Este tipo de recuerdo tiene poder.
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Hoy quiero contarles algo no tan dramático pero que resultó muy emocionante para mí. ¡La primera vez que suture a un paciente.!
Era la noche de un sábado, podrías suponer que eso significaría que la emergencia del hospital estaría más tranquila, pero no... Alrededor de 20 personas esperaban ser atendidas por el triaje de medicina interna y unas 7 más estaban siendo atendidas en pabellón por una riña en un barrio. Eso sin contar los 60 pacientes de observación entre hombres y mujeres. Yo, neófita del hospital, en mi inocente primera guardia de cirugía general, la primera pasantía que me tocaba cursar. Aun aprendía donde quedaban las cosas en la emergencia; tenia los conocimientos teóricos de la atención al politraumatizado, inmovilización de fracturas y suturas, pero prefería pasar desapercibida por mis superiores (Residentes y Especialistas) ya que había muchas cosas que quería ver primero para aprenderlas bien, antes de que me tocara hacerlas. Optaba solo por hacer lo que ya conocía muy bien, escribir la evolución clínica de los pacientes de observación.
En alguna parte de la ciudad de coro, un joven de unos 27 años, bajo los efectos del alcohol corría a toda velocidad en su moto. Los detonantes pudieron ser varios, lo cierto del caso, es que la combinación del alcohol con la imprudencia, le hicieron deslizarse en su vehículo a toda velocidad, lo que ocasionó que sufriera un traumatismo toracoabdominal cerrado, no complicado, evidenciándose con múltiples excoriaciones, contusiones y traumatismo craneoencefálico leve, expresado en dolor de cabeza y ligera confusión.
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Una vez descartado cualquier riesgo mayor, este paciente fue entregado a mis pequeñas e inexpertas manos para realizar la historia clínica y suturarle el rostro. En medicina nunca debes decir “No sé” porque la única manera de aprender es haciendo. Afortunadamente en esta oportunidad, mi error no costaría la vida de mi paciente así que me plante con determinación y decidí que si lo haría.
Repasaba en mi mente la técnica instrumental, una y otra vez. Tome mis dos amigas en esta tarea, la pinza de disección y el portaagujas y me puse manos a la obra.
Luego de infiltrar un poco de anestesia y realizar la primera puntada, me fui dejando llevar por el movimiento de mis muñecas. Y luego de unos cuantos puntos, aquella herida facial que una vez estuvo abierta, había sido suturada.
Me complace terminar esta anécdota contándoles que mi paciente quedo muy bien suturado, por supuesto una vez realizado me lamente por si quiera dudar a hacerlo y a partir de allí soy bastante aficionada de suturar, aunque en general no me gusta la cirugía, pero es una práctica que disfruto mucho y encuentro muy divertida.
)Foto personal
La gran moraleja de esta anécdota, es que debemos confiar siempre en nosotros mismos. No importa la situación, siempre estar seguro de lo que hacemos, y definitivamente, aprender a intentarlo, por que solo así, se aprende.
¡Feliz día a todos!
