Si alguna vez te has ido de excursión por las regiones montañosas de Europa, Asia o América del norte, sabrás que por esas latitudes existen cuevas de nombres extraños: Gruta del Diablo, Hoyo del Dragón, Puerta de la Muerte... Asimismo, sabrás que dichos nombres provienen de leyendas antiguas que narran la existencia de monstruos gigantes que habitaban en dichas cuevas. Tales creencias no estaban desprovistas de fundamento: los exploradores que por primera vez se adentraron en la oscuridad de esas grutas, hallaron esqueletos enormes que parecían datar de tiempos muy lejanos. Hoy, sin embargo, sabemos que tales osamentas no pertenecían a ningún monstruo o criatura gigante, sino a mamíferos de épocas remotas, ya extintos, a los cuales se les llegaría a conocer como “osos de las cavernas”.
El macho de esta especie podía alcanzar los 3,0 metros de alzada (parado en sus patas traseras) y podía llegar a pesar 800 kilos. La hembra, en cambio, bastante más pequeña, pesaba como máximo 300 kilos. Principalmente, se alimentaban de carroña y vegetales. Se cree que el oso de las cavernas se extinguió a causa de la aridez provocada por la última era glacial (glaciación) lo cual significó una enorme escasez de su alimento. La falta de nutrientes provocada por el invierno (los vegetales disminuyen considerablemente y los animales que suelen ser presas del oso no se dejan ver tan a menudo) lleva al oso a refugiarse en sus madrigueras mientras transcurre dicha estación. A esto se le llama hibernación y suele durar entre tres y seis meses. Durante la hibernación no comen, no orinan ni defecan, sólo duermen. Pueden reducir su frecuencia cardiaca de 50 a 10 latidos por minuto, lo cual le significa un gran ahorro de energía.
Se cree que el descendiente directo del oso de las cavernas es el oso pardo. Éste habita en Asia, Europa y América del norte. Tiene una longitud de entre 1,5 a 2,5 metros. Es ágil, inteligente y excelente trepador. Es omnívoro (come de todo: raíces, animales pequeños, ramas de arbustos, insectos, etc.) Al llegar el otoño recorre largas distancias en busca de una guarida para hibernar. Curiosamente, nunca regresa a la cueva del año anterior. La hembra del oso pardo pasa el invierno con sus oseznos; al igual que el macho, no come ni bebe, pero aun así amamanta a sus crías y cuida de ellas en espera de la primavera.
El grizzly, u oso gris de América del Norte, es más corpulento que el oso pardo: supera los 2,5 metros de largo y alcanza un peso de hasta 600 kilos. Es muy agresivo. Vive en bosques y montañas. También es omnívoro, aunque su dieta está compuesta principalmente de carne y pescado. Le gustan las presas grandes como el caribú, el venado y el reno.
Mayor aún que el grizzly es el oso blanco (oso polar), que vive en el Ártico: apoyado en sus patas traseras llega a medir 2,7 metros y generalmente supera los 600 kilos de peso. Es capaz de nadar largas distancias. Se nutre básicamente de peces y focas que caza sumergiéndose en las gélidas aguas. La hembra abandona a sus crías cuando éstas ya han aprendido a nadar y a cazar.
Debido a las condiciones climáticas en que vive, el oso juglar no entra en letargo. Vive en las montañas de la India y Ceilán. Su pelaje es negro y posee un hocico blancuzco que remata en unos labios sueltos y extensibles que le han granjeado el calificativo de oso labiado.
Uno de los que más ternura nos inspira, es el oso panda. Por sus colores, blanco y negro, y su cuerpo ligeramente redondeado, es fácil identificarlo. Vive en China y, al igual que el juglar, no hiberna dado a las condiciones climáticas de su ambiente. Se alimenta exclusivamente de bambú, del cual puede llegar a consumir 15 kilos al día. El oso panda se encuentra en grave peligro de extinción y se cree que sólo quedan unos seiscientos ejemplares en su hábitat natural.
El oso lavador o mapache, vive en los bosques de América del Norte. Es un excelente nadador y trepador. Su tierna apariencia resulta engañosa: es un hábil ladrón de gallinas, razón por la cual los campesinos que viven en aquellos lugares le dan caza. Su nombre “oso lavador” se debe a su amor por la limpieza. Su madriguera siempre está impoluta y lava su comida antes de ingerirla.
Por lo general, los oseznos de todas las especies son fácilmente domesticables. Tienen una curiosidad casi humana, son juguetones y divertidos. Suelen reconocer a las personas y adaptarse muy bien a sus costumbres. No obstante, al crecer recuperan su instinto salvaje y a menudo se tornan peligrosos.
Desde hace varias décadas en el Parque Yellowstone, Estados Unidos, viven osos que se han acostumbrado a la presencia humana. Se acercan a la gente, sin temor, y hasta comen de sus manos. Esto quizás sea una muestra de que podemos convivir hasta con las fieras más temibles si aprendemos a conocer su naturaleza, su instinto y su modo de vida.