Me comentaba un amigo, que la fotografía tiene la gran virtud de congelar el tiempo. Es verdad, nuestra memoria tiene una capacidad ilimitada y al mismo tiempo limitada para guardar información. Solo la fotografía es capaz de volver a reproducir, tal cual, algún momento de nuestras vidas.
Estas fotos que les presento probablemente no tengan mayor valor artístico. Quizás su único valor sea testimonial, documental o sentimental. Probablemente ellas por sí mismas, presentadas fuera de cualquier contexto, no sean capaz de contar alguna historia, no pasarían de ser la representación de una simple reunión familiar; pero es allí precisamente, en esa simpleza, donde está contenido su mayor valor.
La foto tendrá cerca de doce años. El señor de gorra es uno de mis hermanos menores, la señora mayor es mi mamá, está también mi esposa y mis tres hijos. La reunión la celebramos en el pueblo de San Francisco de Asís, en el estado Aragua. Fue en una de las tantas salidas que hacíamos en familia para celebrar cualquier cosa. Los encuentros familiares eran una de las prácticas más deseadas por cualquier venezolano.
En aquel momento, en medio de un almuerzo cuyo plato principal era el conejo, ninguno de los que estábamos allí podíamos imaginar que, en el corto plazo, nuestras vidas iban a dar un vuelco radical.
A partir del momento en que celebramos esa reunión comenzaron a desencadenarse una serie de eventos que alteraron completamente nuestro estilo de vida. Poco a poco se fueron sumando una serie de circunstancias ─que todos conocemos y padecemos─, que no voy a nombrar para no llover sobre mojado, que afectaron profundamente el futuro de los más jóvenes, y que en mí caso trajeron como consecuencia la disolución de la familia.
Al poco tiempo de aquella reunión mi hijo Marco partió del país, ya tiene once años en España y es padre de dos preciosas niñas. Mi hijo Iván siguió sus pasos, no hacia el Norte sino hacia el Sur, actualmente reside en la ciudad de Quito. Mi hija Indira está haciendo las maletas y muy probablemente, antes de fin de año, se reúna con su hermano Marco en España.
Las probabilidades de que aquel grupo familiar vuelva a reunirse son realmente remotas.
Mi historia no es ninguna novedad en estos tiempos oscuros y confusos. Es una más de las tantas que ha tenido que vivir la gran familia venezolana. Nos ha tocado ser parte de algo desconocido en la vida del país, la diáspora. Una amiga muy querida encontró un bello nombre para esta situación, ahora nuestros hijos están naciendo al mundo. Si quieren leer su trabajo pueden encontrarlo aquí
Debo agradecer una vez más la gentil invitación de la amiga, @charjaim, para unirme a este reto, mi momento Kodak. La iniciativa la comenzó otra amiga, @lilianajimenez, quien propuso una invitación para rescatar aquellos momentos mágicos de nuestra vida y que, gracias a la fotografía, han quedado registrados para siempre. La propuesta inicial la pueden ver aquí.
Para que se vayan con una imagen bonita les dejo esta otra foto.
Gracias por su tiempo.
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