Cuantas veces he escuchado: “Eso no es socialismo”, seguido por alguna excusa llámese corrupción, capitalismo de estado o lo que sea.

En teoría, el socialismo es una manera de lograr la prosperidad de la gente, garantizando así que todos y cada uno de los ciudadanos de un país sean prósperos, condenando la acumulación de riquezas por las minorías repartiéndolas, dándoles así la oportunidad a todos de vivir dignamente.
Es un bonito sueño, todos felices agarrados de las manos, cantando kumbayá en un Jardín del Edén construido obra y gracias a nuestro señor socialismo. En algún momento, también pensé que era bueno, también creí que el mundo podría ser mejor si todos fuéramos ricos. El problema es la realidad, no todos podemos ser ricos.
Como seguro sabes, hay una ciencia que se dedica a entender este fenómeno, se llama economía. Tenemos un problema, hay necesidades infinitas y para satisfacerlas contamos con recursos limitados, es lo que se llama “el problema económico”. Entonces, la economía se dedica a entender la manera en que se asignan esos recursos y buscar la mejor manera de resolver el problema.
Hasta ahora, la mejor solución que se ha encontrado al problema es el sistema de precios, una manera flexible, orgánica y natural en que los recursos se intercambian, generando utilidad para todos los participantes. Unos venden su trabajo, otros productos, otros servicios. Cuando esto ocurre libremente, sin la intervención de terceros, el intercambio es voluntario y quién participa en cada intercambio lo hace a cambio de utilidad. Si consideras justo el intercambio, lo haces, si no, no.
Pero el socialismo pretende ser el árbitro, el gran juez que decide lo que es justo y lo que no. Si te parece buen negocio no importa, Papá Estado podrá aprobarlo o no, según lo que él considera bueno para la sociedad.
Pero esto nunca ha funcionado ni nunca lo hará. ¿Por qué?
Es simple, el motor de la humanidad es el egoísmo, buscamos lo mejor para nosotros, para nuestra familia, para nuestros amigos, para nuestro país y para el mundo, en ese orden. En general y sin caer en cursilerías, nuestra prioridad somos nosotros y las personas cercanas, luego el resto.
El socialismo te impide que decidas con libertad, le quita validez a tus decisiones, asume que no eres capaz de hacer lo mejor para ti y los tuyos. Te quita el poder de decidir, toma tus decisiones. Ya es terrible que te quiten tu libertad, lo peor es que sus decisiones no son las mejores para ti, y de esa manera, castiga el esfuerzo individual, imponiendo un techo del que no puedes escapar. Y al final, si no importa cuánto trabajes ni lo bien que lo hagas, si sabes que jamás mejorará tu nivel de vida, ¿Para qué esforzarse?
En socialismo eventualmente nadie mejora, nadie crea, nadie produce. Todos caen en el conformismo y la mediocridad porque el estimulo a ser mejor desaparece.
Pero si esto no fuera suficiente para condenar semejante mentira, ¿Quién es el Estado para decirte que debes hacer?, ¿qué te hace creer que un burócrata que no te conoce sabrá decidir mejor que tú?
En fin, nunca funciona y nunca funcionará. Pero lamentablemente siempre habrá alguien que se crea más inteligente que el resto de la humanidad que ha pasado por los desmanes del socialismo y siga creyendo en el socialismo.
Estimado lector, después de leer esto ¿Sigues siendo el del tenedor?
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