TODAVÍA DUELE
La vista a través de la ventana no es nada alentadora. Cielo gris, niebla y gotas tras gotas de lluvia impactando sobre el sucio asfalto. Meneo el vaso de whisky, los cubos de hielo chocando entre sí y las pequeñas olas de liquido en un vaivén. Todo es oscuro y taciturno, desde que no estás aquí. Levanto el vaso y tomo un trago, me encorvo ante el picor y la pupila se me expande cuando entra en mi organismo.
Es difícil recordar tu rostro a medida que pasan los días, se van deshaciendo poco a poco a través del tiempo, como esta palabra que estás leyendo. Todo se vuelve borroso como mi mirada luego de otra botella de whisky, como el horizonte tras la niebla que cubre la ciudad a altas horas del día. Es irónico, como si el clima supiera de mi dolor y se empeñara en reproducir mi dolor en el ambiente.
No tengo el valor de darle rienda suelta a nuestras vivencias, se me hace un nudo en la garganta de solo pensarlo. Me dolería mirar fotograma tras fotograma los momento en que eramos felices y no lo sabíamos, o quizá sí lo sabíamos pero no queríamos darle importancia al hecho que cuando uno de los dos se fuera el otro cargaría con la obligación de tener tantos recuerdos.
Ha pasado verano y yo recordándote en la playa. Ha pasado otoño y yo recordándote cada vez que una hoja caía del árbol. Ha pasado invierno y yo recordándote en cada copo de nieve que se posaba en la ventana. Ha pasado primavera y yo recordándote en cada equinoccio.
Sé que nunca hubieras querido verme en este deplorable estado, pero ¿cómo hago? si la ausencia de tu presencia en el otro lado de la cama, mesa, y sillón me condena a un agujero de dolor. Condenado a ser atraído al agujero negro de tu ausencia.
Y es que cuando miro al cielo me provoca tener alas para irte a buscar aunque sea un segundo, para estar juntos, abrazados, besándonos, haciendo lo que mejor sabíamos hacer: querernos. Pero no se puede, tú estás allá arriba, yo acá abajo. Tú observándome día tras día, yo tratando de mantenerte en mi memoria.
El vaso de whisky se acaba y hago un movimiento de inercia para agarrar la botella. Es un movimiento que he memorizado. La garganta no chilla, no duele. Las noches no sirven para descansar, los días no tienen sentido mientras tú no estás. Vivir se siente como un muñeco de masa que alberga dolor y cumple el proposito de auto-destruirse.
Otro trago a mi garganta, otro año sin ti. La vista a través de la ventana se vuelve más oscura en un paralelismo de mi alma despedazándose con el pasar del tiempo. Estoy al borde y lo entiendo cuando las lagrimas hacen acto de presencia. Me duele, me duele tanto que cada año el vacío se hace más grande y la herida más abierta.
Espero encontrar un trago más fuerte que el dolor de tu partida.

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