Tengo fresca en mi memoria la primera vez que llegó un teléfono público a mi pueblo natal, El Empedrado. Corrían los últimos meses de la década de los 80. En Venezuela asumió la presidencia Carlos Andrés Pérez, quien ese mismo año, en 1989, decretó el llamado “paquete económico”, que desencadenó en El Caracazo.
Las principales ciudades del país estaban convulsionadas por las causas y las consecuencias del estallido social. Sin embargo, en El Empedrado, aislado de la inmediatez de la noticia, estaba revolucionado por la llegada del teléfono. Yo pasaba horas embelesada mirando el aparato y escuchando las conversaciones ajenas. ¡Increíble! A mis 8 años de edad fue la mayor atracción del pueblo durante meses.
No se si el acontecimiento fue una solicitud de la comunidad o una iniciativa de expansión de la CANTV, eso nunca me interesó; lo que sí recuerdo con exactitud es que llegaron cuatro teléfonos públicos que fueron ubicados en puntos estratégicos del pueblo: La jefatura civil, en el ambulatorio, en el porche de la casa del señor Víctor Jota, en el sector El Alto y en la casa del señor Ramón Arroyo en el sector Calle Abajo.
Ambulatorio del pueblo. Calle Cruz Verde, El Empedrado, estado Lara. / Foto propia, tomada con un Blu Selfie 2
El ambulatorio, ubicado a tres cuadras de mi casa, era ideal para mí. Aquellos primeros días con el teléfono paralizaron mis rutinas de juegos. Para aquel entonces, grandes y chicos nos reuníamos frente al ambulatorio a esperar que el teléfono repicara y a correr para atender primero. Quien respondía la llamada tenía la tarea de ir a buscar a la persona con la que deseaban hablar. Muchas veces quedaba a 6 o 7 cuadras de distancia, pero “debía” hacerlo, pues en 5 o 10 minutos, volverían a llamar. Como todo pueblo, los habitantes nos conocíamos unos con otros y eso facilitaba la tarea.
A veces familias enteras iban a esperar la llamada de algún familiar o amigo y uno por uno hablaban por largo tiempo. A vox populi conversaban desde los problemas más serios de familia, pasando por las anécdotas de los más pequeños de la casa y los chismes de los vecinos. Mientras tanto, siempre había otras personas que esperaban su llamada.
También había casos de personas que no esperaban, sino que llegaban con sus monedas en manos para llamar y pedir que le devolvieran la llamada. Pero a veces, “el teléfono estaba lleno”, eso quería decir que el teléfono no aceptaba más monedas y no se podía llamar, hasta que los técnicos de CANTV llegaban y con su llave maestra abrían el aparato y vaciaban el monedero.