
— Dean, querido, ¿sacas las cosas del carro, mientras vamos al pueblo a comprar lo que falta? —Y Julia se volteó a verme y me hacía ojitos y no hice más que reírme y accedí sin decir nada, entré en la casa y comencé arreglar todo, sin darme cuenta de que ellas se habían ido ni de lo que estaba haciendo.
Dean anda más distraído que de costumbre. Julia ni sabe lo que está pasando por la mente de Dean, ni yo misma estoy segura.
— Bueno, tú sabes, no ha sido fácil. —dije.
— No lo ladilles, no hay necesidad de eso. Las chicas… somos nosotras, ¿Ok? Nada lo puede evitar. —dijo la secretaria, que estaba muy buena.
Salimos otra vez a la carretera, sin ver a nadie. Paramos primero en un farmatodo para comprar chocolates, condones, mis anticonceptivos, más condones, píldora de emergencia para Julia; tranquilizantes, somníferos y anfetaminas; antiácido, pastillas para la fiebre, dolor de cabeza y una cajita de manzanilla. Aun así, creo que algo faltará. Para mi sorpresa, Julia me dijo que no hacían falta los condones, porque ella comenzó a inyectarse anticonceptivos; yo insistí, ya que nunca se sabe y además, la secretaria podía terminar metida en este berenjenal, aunque ella es prudente y sabe mantener las distancias.
Compramos además, toallas sanitarias, duchas vaginales, enemas, antimicóticos y le compré los remedios a Dean. Fuimos al mercadito del pueblo (un mercal, a toda ley y con fotico de Chavéz besando a una viejita, incorporada) En donde compramos comida y bastante, bastante curda:
— ¡mijitas! ¡Van a bonchar como es! —Dijo una de esas viejas de pueblo, chismosas y graciosas a la vez; ya era casi las siete y diez de la noche y en estos pueblos cierran todo temprano y la mayoría de la gente ya está acostada a las nueve de la noche, como las gallinas. De vuelta, identificamos un puesto de hamburguesas y compramos cuatro especiales, full salsa de ajo la mía, la de Julia pura papas y salsa de tomate, mayonesa y mostaza y la de Dean full salsa de ajo y tocineta y queso de año.
Lo interesante, es que el tipo que la preparó, puso cara de ladillado y otro, cara de felicidad, era evidente que el otro era su peón. Quisimos tomar refrescos pero el tipo nos dijo: “tenemos cerveza bien fría, mami.” Y pedimos dos y el tipo (más feo que la mierda) nos veía con una sonrisa y puso cara de galán y llegaron varios amiguitos más y Julia puso cara de cagada: me imagino que pensaba que nos iban a violar allí mismo. Pusieron el maldito reggaeton de mierda y me concentré en que no le pusieran huevo a las hamburguesas y le echaran su queso amarillo, la tocinetica, el jamón y todo. Tenían clase, hasta le pusieron pepinillos y le echaron salsa BBQ.
Eran las siete de la noche, pero aún podía ver el sol en el horizonte, luchando contra la oscuridad. ¡Qué impresionante! El mar y mi mente produciendo tanto sonido, tanta voz y no sé qué voy hacer, no sé cómo anotarlo. Mejor dicho, no sé cómo voy hacer lo que he decidido: que básicamente consiste en cortar todo contacto con la forma de entender del mundo y moverme en otra órbita.
Un carro viene y por vainas, aparece una licorería y tengo ganas de beberme un Bailey. Nos detenemos y el carro se para también. Los que se bajaron eran unos papacitos, que en otras circunstancias, me los estaría tirando a los dos. Los tipos me veían sonriendo y se estaban buceando a Karen y ella, como siempre, ni les paró media bola, aunque no dejaba de mover su culo y que además la vieran en eso. Pagó y se fue y otro de ellos, que no sabía qué hacer, si entrar o intentar conocerme, a pesar de que tenía la ventana arriba. Uno de ellos paró a Karen, dándole un flyer de un (pseudo) rave que comenzaría como a las 10 de la noche. — Vamos a ir, no te preocupes, gata fiera. —Dijo una Karen que me leyó el pensamiento de manera exacta.
Creo que voy a crear algo así como un comité anarquista o una brigada no militar de comandos suicidas. Estas tres mujeres deben estar tramando algo que no deberían. Siendo así las cosas, voy a cogerme a la secretaria de Karen.
Karen me veía y buscaba la manera de hacerme hablar; pero el caso es que su celular no dejaba de sonar y ella tenía que responder:
— Yo no soy lesbiana, pero no sé, las chicas son bellas y hasta más interesantes que los hombres. Cuando tenía trece, una amiga me lamió allá abajo y me gustó muchísimo y desde entonces lo hago con los dos sexos, ¡aunque tengo preferencia por las mujeres! —Decía Julia, como confesándose, como jugando, no sé. Quizá se le estaba insinuando a mi secretaria o quería que todas nos enredáramos con Dean, lo cual tampoco era mala idea.
Lo más desconcertante es que no me di cuenta de que Karen estaba allí y cuando Julia se había instalado. No me acordaba de lo que estaba haciendo. No me había fijado cuando habían llegado.
— Julia, espera. —le dije, tomándola del brazo. —Tuve un lapsus, no me acuerdo de nada. —terminé de explicarme.
Julia lo sabe, es demasiada pila como para no darse cuenta:
— es que no puedo hacer nada por ti, te pones muy loquito; pero te puedo hacer algo que te haga sentir bien, que te haga feliz. —Y después se fue al equipo de sonido y colocó un disco de Celine Dion, que la verdad, sonaba bastante bien. Julia comenzó a acercarse a mí y dirigía su mirada a mis labios a medida que estrechaba el espacio y terminó besándome cálidamente con una ternura que me dejó bastante extrañado, la secretaria me veía y preferí hacerme el tonto.