Sucedió a las dos de la tarde en la Avenida Haticos por Arriba.
Voy a contar una experiencia muy extraña que me sucedió el viernes pasado, pero para poder entenderla es necesario que les cuente primero lo que me sucedió cuando tenía la edad de catorce años, han pasado treinta y cinco años desde el momento en el que les escribo esta historia la cual les relato a continuación.

Imagen utilizada: http://www.dansher.com/bnb/nice/choice/choice.html
Corría el año de 1981 y me disponía por la tarde a ir a mi liceo “Valerio Toledo”, iba para mi primera reunión del club de física y matemática el cual me había aceptado como miembro, la reunión era para escuchar una charla dictada por un profesor de la Universidad del Zulia relacionada con la Teoría Especial de la Relatividad de Albert Einstein, yo había visto y oído algo de este tema el cual me causó mucho asombro en un programa de televisión llamado “Hacia el mañana” que frecuentemente veía mi hermano Gary por las noches, la reunión también era para establecer un horario para darles clases a los estudiantes que tenían problemas con dos de las famosas tres Marías: Matemática y Física, la tercera María era Química, pero esta materia tenía otro club al que recuerdo quería también pertenecer pero este sólo aceptaba estudiantes a partir del tercer año que era en el que se comenzaba a ver esta materia, la materia física también se cursaba a partir del tercer año pero mi club involucraba las matemáticas que se veía desde el primer año, a la sazón yo estaba cursando el primer año de bachillerato lleno de mucho entusiasmo ya que comenzaba una nueva etapa en mi vida después de haber salido de la escuela primaria.
Estando en casa una vez que me bañé, me vestí rápidamente poniéndome mi uniforme el cual recuerdo era guayabera blanca, blue jean, medias blancas y zapatos de vestir negros, quería llegar temprano a la reunión, en esos años uno estaba muy motivado y lleno de energías y sueños. Las clases normales del liceo eran por la mañana de siete a doce pero las reuniones del club se hacían los viernes a las dos y media de la tarde. Al salir del cuarto mamá me dio como siempre un sabroso café y luego salí para cruzar la avenida la cual quedaba al frente de la casa, esa era la avenida Haticos por Arriba, allí iba a tomar un carrito por puesto para ir al liceo. Generalmente yo me iba al liceo caminando por las mañanas y me venía también caminando al medio día, de vez en cuando tomaba un carrito de Haticos para regresar a casa pero esto era muy poco frecuente, recuerdo que el costo del pasaje para un estudiante era de un real (cincuenta centavos de bolívar).
Estando en la acera de la vía esperaba el carrito por puesto al pie de una pendiente de la carretera, uno caminaba un poco para que el auto no parara en un lugar muy inclinado sino más bien donde la pendiente era mucho menos inclinada, a mi lado había un vecino también en espera del transporte, lo saludé y observé que llevaba puesto un reloj, así que le pregunté la hora, él miró su reloj y me dijo que eran diez minutos para las dos de la tarde, me di cuenta que tenía más de media hora para llegar a la reunión, así que me relajé y me puse a hablar con el vecino sobre cosas que no recuerdo y mirábamos hacia arriba de la carretera esperando que pasara un carrito por puesto, al poco rato vimos que venía uno, recuerdo que era de color rojo, quizás un Dodge Dart, pero al acercarse pude observar que tenía un solo puesto libre en la parte de atrás, mi vecino había llegado primero que yo, pero él muy amablemente me ofreció el puesto, así que le di las gracias y me monté en el carro.
Recuerdo bien que en el carro estaban dos mujeres, una de ellas era una joven que estaba sentada al lado de la puerta y la otra de mediana edad estaba en el medio sentada a mi lado, esta última llevaba en su regazo una bolsa muy grande y transparente llena de una gran variedad de dulces: ponquesitos, orejones, galletas pegadas, galletas de huevo, mentas y demás; frecuentemente movía esta gran bolsa hacia su vientre haciendo que esta sonara con ese sonido o ruido típico de las bolsas plásticas, la mujer joven llevaba una niña de pelo largo recostada a su pecho la cual miraba constantemente por la ventanilla, en los puestos de enfrente habían dos señores altos pero no recuerdo bien sus características, lo que si recuerdo bien fue que al poco tiempo comenzó menudamente a llover y cuando el carro iba llegando a un sector llamado “Las siete puertas” se escuchó un fuerte sonido, el chofer desaceleró el vehículo y se paró frente a una caseta, se le había pinchado un caucho. El chofer muy amablemente dijo que nos bajáramos ya que tenía que cambiar el caucho, y que si queríamos le podía devolver el dinero a los que ya habían pagado su pasaje, yo no había pagado y pensé en bajarme muy rápido para tomar otro carro ya que estaba preocupado ante la posibilidad de llegar tarde a mi tan importante reunión, sin embargo, la señora de la bolsa de dulces me pidió que la ayudara a bajar así que no tuve más remedio que hacerlo.
Salimos todos del carro y la llovizna pasó a ser lluvia, los dos señores que estaban sentados en los puestos delanteros cruzaron rápidamente la calle y se metieron adentro de una casa cercana, las mujeres, la niña y yo nos paramos debajo de un techo de latón que estaba en la caseta muy cercana al carro accidentado, desde allí mirábamos al chofer cambiar el caucho viendo como el pobre hombre se mojaba todo, yo comenzaba a ponerme inquieto y vi que la muchacha con la niña llevaba un reloj, le pregunté angustiado la hora, ella sacudió la mano como para quitar el agua del reloj, luego lo secó sin quitárselo con su pantalón, me dijo que eran las dos de la tarde, en ese momento repentinamente dejó de llover, no hubo disminución de la lluvia hasta cesar poco a poco, no, simplemente la fuerte lluvia se detuvo completamente como si alguien súbitamente hubiese cerrado un grifo. Pensé que era la oportunidad de tomar otro carro por puesto, así que caminé rápidamente al borde de la carretera y vi venir un carro blanco, me pareció ver un puesto detrás y le hice señas casi de forma desesperada, el carro cruzó un poco para evadir a nuestro carro averiado pero lo curioso fue que alguien sentado en la parte de atrás bajaba el vidrio de la puerta y me miraba fijamente, casi sacaba completamente su cabeza por la ventanilla, nos quedamos mirando mientras yo veía que el carro no se detenía y se alejaba, esa persona al igual que yo no nos quitábamos la mirada de encima, incluso cuando se alejó la extraña persona volteó a mirarme por el vidrio trasero del carro y parecía saludarme pero no lograba ya verlo bien. Este encuentro cercano, tan solo de miradas me causó una impresión bastante fuera de lo común, no me pareció alguien conocido, pero tampoco desconocido, muy por el contrario, era como si lo conociera muy bien pero no recordara quien era, ese sentimiento nunca lo había sentido antes y no lo había vuelto a experimentar jamás.
Pero déjeme ahora mi querido y paciente lector contarles muy rápidamente lo que me sucedió el viernes de la semana pasada, resulta que fui a casa de mi mamá, casa en la que viví durante casi treinta años, fui en mi carro, pero como debía ir al centro de la ciudad por cuestiones de seguridad decidí tomar un carrito por puestos e irme por ese medio a hacer mis diligencias en el centro, fui a la avenida y logré tomar un carro blanco y montarme en un puesto en la parte de atrás donde sólo había un pasajero, pero cuando el carro iba por la zona, aún existente, llamada las siete puertas puede ver un carro rojo, también por puesto, quedado por lo que parecía un caucho pinchado, en la carretera había un joven vestido de lo que me pareció camisa blanca y pantalón azul levantando la mano tratando de que lo llevaran como pasajero, yo bajé rápidamente el vidrio de la ventanilla para ver mejor y no sé por qué razón no le podía quitar los ojos de encima a este joven, el chofer hizo caso omiso del intento frustrante del joven para que lo llevaran a pesar de que había un puesto a mi lado, el conductor se desvió un poco y aceleró, yo aún miraba al muchacho y cuando estaba ya fuera de mi ángulo de observación volteé para verlo a través del vidrio de atrás, pude ver también lo que me parecieron dos mujeres y una niña debajo de un techo, intentaba ver más detalles, el muchacho aún mirándome como asombrado, las mujeres y la niña bajo el techo, el carro averiado, un señor cambiando un caucho, pero, grandes gotas de una corta y extraña lluvia pegadas al vidrio no me dejaron ver nada más, tuve una sensación extraña y no sé por qué intenté saludar con la mano a ese muchacho que parecía, al igual que yo, haber visto como una especie de aparición, como un fantasma; miré mi reloj, eran las dos de la tarde.