Angustia: No puedo confiar en sus intenciones | Anguish: I can’t trust their intentions

En su habitación, donde nadie la puede ver ni oír, Jenifer se esconde con un sentimiento creciente de angustia en el pecho. Ella está agotada de que todo el tiempo le ocurra la misma situación: decide abrir un pedacito de su corazón a una persona experimentalmente, contándole un proyecto importante para ella, una meta, o un dolor profundo y reprimido por meses y hasta años.

Ella realmente intenta volver a confiar en la gente. Quiere ser una persona normal y funcional, y eso implica hablar y comunicarse con otros seres humanos. Tener… amigos. Pero el concepto de “amigo” para ella está sobrevalorado. La gente llama “amigo” a una persona que sencillamente le cae bien, o con la que tiene intereses en común. Quizá sea más lógico otorgarle ese título a alguien más duradero en la vida de uno, como una persona que conocemos de años y con la que hemos mantenido una relación de ayuda material mutua. Pero eso no contempla el hecho de que, cuando Jenifer está deprimida y su corazón late débilmente, sigue sintiendo exactamente la misma sensación de soledad absoluta, y no sabe con quien contar.

Ella aprieta contra su pecho algo, una almohada -por ejemplo-, y se repite a sí misma entre lágrimas que todo estará bien mientras se imagina cómo sería tener una amiga que se lo dijera.

Está harta de que se interesen por ella hombres cuyas intenciones finales no son otras que las sexuales. Ella ha creído muchas veces que ha encontrado, por fin, un amigo al cuál le interesa cómo ella se siente y lo que piensa. Un amigo con el que no se siente presionada a hablar en el momento en el que él haga silencio porque él no para de hablar constantemente. Un amigo que le de más que entre dos y cinco segundos para expresarse. Un amigo que no la interrumpa. Un amigo que le diga que, aunque no ha vivido lo que ella está pasando porque las circunstancias de ambos son diferentes, quiere poder entenderla al menos un poquito.

Ella ha creído tenerlo, pero entonces descubre que ese supuesto amigo ha estado dándole atención simplemente porque deseaba tener un noviazgo con ella, porque ella le atraía física o sexualmente, y ese era el medio para poder acercársele. Sí, Jenifer está tan cansada.

Así que aplasta la almohada contra su pecho en busca de un alivio y de que su corazón deje de doler dentro de su caja torácica, y imagina cómo sería tener una amiga que la abrazara en estos momentos. Sin temor de que tenga otras intenciones con ella. Se pregunta, incrementando su agitación, si la única manera de conseguir alguien que la apoye emocionalmente será teniendo un novio, aunque en el fondo él lo que realmente quiera sea sexo. La sola idea la repugna.

Se seca las lágrimas y mira a su alrededor tratando de regresar a la realidad desde sus sueños: está en una habitación completamente vacía. Está sola. Observa las paredes azules y opacas debido a la poca iluminación y se pregunta si su vida sería más feliz si tuviera alguien que la acompañara, cuánto duraría esa persona en su vida, y si después de perderla su dolor sería peor que el que tiene actualmente.

Finalmente, decide que es mejor continuar sola. No dejará que se le acerquen y la lastimen.