Frustación: Las limitaciones de las inseguridades | Frustration: The limitations of insecurities

Moisés ha estado toda la mañana ocupado en su trabajo. Es un trabajo desde casa, pero bastante digno, piensa. Ayer estaba viendo por Whatsapp las fotos de una boda de unos conocidos. Tantas personas… parecían divertirse. Lo mismo no se podría decir de Moisés. Él no sabía lo que era experimentar esa alegría de las fiestas, y la razón por la que le era desconocido tenía que ver con lo inseguro que se sentía debido a su aspecto.

Y no, no es que Moisés jamás se hubiera reunido con otras personas en una fiesta, un compartir o algo parecido. Él solía hacerlo de niño, de hecho, esa es la época más feliz que recuerda debido a que no estaba preocupado por lo que pensaran de él. Lo describían como un “muy sonriente niño”, y él se sentía libre para hablar y lo suficientemente digno y adecuado para encajar donde fuera. Eso sentía que los demás le transmitían. Pero al ir creciendo, las cosas cambiaron.

Se sienta al frente de su viejo pero aceptable escritorio de madera a seguir trabajando. Pero su memoria se pierde en sucesos pasados, recuerdos de dulces, risas y conexiones con otros seres humanos que hace mucho tiempo no experimenta. Se pregunta qué pasó, si el problema está en su aspecto físico, o la forma en que él percibe su aspecto físico debido a lo que le dicen las personas cuando lo ven. Y es que él tiene solo un poco de peso extra. ¡No es para tanto! Pero entonces, ¿por qué a veces siente que lo es todo?

Puede que parte de la causa sea el hecho de que las personas a su alrededor suelen hacerle comentarios al respecto. ¿Malintencionados? Él no lo cree así. Por ejemplo, hace poco se animó a ver a unos amigos en persona, que ya conocen muy bien la cuestión de su peso y todos los esfuerzos que él hace por mejorarlo. De hecho, está viviendo bajo una dieta muy estricta desde hace meses, a pesar de lo mucho que le tientan los postres y los alimentos con azúcar, Moisés los ha abandonado por completo. Ahora, come solo alimentos que no le hacen daño. Pero siempre hay alguien que se le queda mirando y le dice:

-Ay, Moisés, sigues así de gordito. Yo también tenía un problema de sobrepeso, pero dejé de comer muchos dulces y rápidamente mejoré. ¿Estás cuidando tu alimentación?

Y es ahí cuando él recuerda aquello que tanto se esfuerza por olvidar todos los días. Quisiera poder estar con otras personas sin sentirse contantemente observado, evaluado y juzgado por ellos. Quisiera dejar de sentir que no es adecuado porque las personas de su entorno están todos en su peso ideal.

Entonces se encierra en su casa, se sienta en su viejo escritorio de madera -que no por ser viejo deja de ser aceptable- y se pone a trabajar. Tiene suerte, piensa. No todos sus conocidos tienen la dicha de trabajar en la comodidad de su hogar. Aunque para él no es que haya muchas opciones. Trabajar de atención al público le hace sentir aún más inseguro de lo que ya se siente. Al menos en casa puede olvidar que es gordo.

Y Moisés se concentra en trabajar, tecleando en su portátil pequeña y donde puede olvidar su realidad. Aunque al terminar, vuelva a mirarse a sí mismo y preguntarse: ¿algún día mis esfuerzos darán resultados, y tendré un peso más adecuado? ¿Será que sin importar mi peso, la gente siempre me hará sentir excluido o rechazado debido a mis otros defectos? ¿O es que mi mayor enemigo es mi baja autoestima?

Moisés no sabe, pero mientras tanto se asea, come su cena baja en grasas y se va a dormir, soñando con pasteles, risas, amistades, chistes… Y todo lo demás que quizás no vuelva a tener jamás.