Fue un gusto volver a encontrarme con ustedes, mis fieles lectores, en una nueva publicación cargada de experiencias reales. Este domingo, como ya es costumbre, salimos a trotar. Sin embargo, la jornada tomó un giro inesperado debido a una molestia en la zona de la tibia que me obligó a disminuir el ritmo y replantear el entrenamiento.

Después de sentir ese dolor persistente en la parte interna de la pierna, me tomé el tiempo para investigar y descubrí que se trata de una condición conocida como periostitis tibial. Es una dolencia muy común entre personas que corren con frecuencia, especialmente quienes practican atletismo, aunque también puede aparecer en corredores recreativos como nosotros.

A pesar de que no cubrimos la distancia habitual, no dejamos que eso nos desmotivara.
Adaptamos el plan del día y lo convertimos en una sesión más enfocada en fortalecer el tren inferior y realizar estiramientos específicos que ayudaran a aliviar la tensión en la zona afectada.

Este tipo de situaciones son una buena oportunidad para recordar la importancia del autocuidado, del descanso activo y de saber cuándo es momento de frenar un poco.
Escuchar a nuestro cuerpo es esencial para evitar que una simple molestia se convierta en una lesión más seria.

Terminamos la sesión con una sensación de logro, no por la distancia recorrida, sino por haber priorizado nuestra salud física sin dejar de movernos.
Es esa capacidad de adaptación lo que hace que el proceso sea sostenible y gratificante.

Gracias por acompañarme una vez más en este viaje de constancia, esfuerzo y aprendizaje.
Nos leemos pronto con más experiencias que nos inspira el running y la vida activa.