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El que sufre de amor es el que todavía sin intención no ha entendido quién es el destinatario correcto de este sentimiento real y cómo funciona. La raíz del sufrimiento está en el amor, como el amor de un comerciante que cuenta las mercancías que van y vienen. Si ofrecemos amor, afecto y atención, pedimos una contrapartida o un pago a cambio. En otras palabras, sólo nos permitimos amar cuando nos sentimos igualmente amados. ¿No es así? Esto es lo que yo llamo un destino equivocado.
Cuando nos comportamos así, demostramos que nos preocupamos más por nosotros mismos que por los demás. Esta actitud muestra que amamos por lo que recibimos a cambio y que el otro es sólo un medio para que el amor que damos sea devuelto. Esto no es amor, sino egoísmo. Es como enviar una carta por correo para uno mismo. ¿Qué sentido tiene escribirse una carta a sí mismo?
El amor es un poema que escribimos al viento sin pensar en firmarlo. Los actos nacidos en la pureza del corazón son los mejores poemas escritos en el papel de la vida. Es poesía metida en una botella, lanzada al mar con alegría para llenar el alma de quien la encuentra, sin ningún otro interés. El amor, para serlo, debe comprometerse con la no respuesta del otro para devolver la misma moneda. El amor que tienes no es el mismo que el que recibes, sólo el que das.
El intercambio es comercio; el amor es un intercambio de la belleza y la alegría de la vida que late en el otro sin pago, impuesto o tributo de ningún tipo. Como las flores que plantamos al lado del camino para embellecer la vida de los que vienen detrás, sin importarnos si se beneficiarán de su color y fragancia. Amar es ofrecer la luz que vive en nosotros para iluminar el lado oscuro del mundo sin presentar una factura por el servicio prestado, de lo contrario no es amor. Esta comprensión es un paso importante para liberarse de la dependencia emocional o sentimental y, por tanto, para poner fin a todo sufrimiento. Si prestas atención, te darás cuenta de que sufrimos de celos, envidia, egoísmo y otras emociones menos nobles, pero nunca de amor.
Piensa en el sol, que ilumina, calienta, renueva y da vida sin pedir dinero por ello. De ahí su grandeza y poder. Todo amor se convierte en magnetismo y así todo y todos tienden a girar alrededor del centro generador. Al igual que el sol, se obtiene todo cuando no se pide nada a cambio. Es una extraña y sorprendente ecuación de la vida que nos negamos obstinadamente a entender, por lo que sufrimos. Si quieres librarte del dolor, tienes que dejar el aula del egoísmo y los celos e ir a una nueva escuela.
Este es el origen de la palabra egoísmo. La consecuencia natural del amor egoísta son los celos, una emoción tan fuerte que la confundimos con el amor mismo. Lo peor de todo es que los celos se asocian a sentimientos de inseguridad y a ideas anticuadas de dominación. La idea de que somos excepcionales y de que somos el centro del mundo nos hace creer que tenemos derechos absurdos sobre todo y todos. Utilizamos mal la palabra "compromiso" en nuestras relaciones para ocultar los verdaderos sentimientos que nos mueven: los celos y el egoísmo.
Nos convertimos en dominantes gracias a una educación y una formación defectuosas. Al comunicarnos con la persona que nos da alegría, permitimos que se manifieste el miedo a que nos deje. ¿Cómo podemos perder lo que no podemos tener? Nos engañamos creyendo que la felicidad sólo es posible si tenemos el control de todo lo que nos rodea y de todas las personas que consideramos importantes para nuestra felicidad. Esta es la cuna de las prisiones.
Domar a la gente conlleva dolor, domar a la gente conlleva un sufrimiento inevitable. Sufrimos por otros sentimientos mucho menos nobles, y atribuimos al amor un defecto que no tiene. Nadie sufre por amor. Olvidamos la lección del sol, buscamos el calor y la luz y borramos la alegría de los que nos rodean. El amor no es una exigencia ni un compromiso. El amor es el antídoto contra este veneno; es libertad y plenitud.
A menudo sentimos un vacío existencial y nos cuesta identificar su origen. Entonces buscamos a alguien que lo llene y le transferimos la responsabilidad de nuestra felicidad. Esta es la fórmula perfecta para el fracaso y el dolor. En lugar de seguir el camino del autoconocimiento para sanar las grietas emocionales que nos impiden avanzar, en lugar de iluminar las sombras que nos impiden avanzar atribuyendo la causa de nuestra insatisfacción a los demás, preferimos el camino fácil de buscar a alguien que arregle la insatisfacción que sentimos. En resumen, creemos que el amor significa tener a alguien que nos haga felices. Esto engendra el estancamiento, que a su vez nos convierte en personas monótonas; engendra la dependencia, que construye cárceles sin rejas.
Asumir la plena responsabilidad de tu propia felicidad significa estar preparado para iniciar el viaje. El primer paso es aceptar con honestidad y valentía el proceso de autodescubrimiento y posterior autotransformación. Soltar cualquier culpa hacia los demás y centrarse en la obligación de compartir las virtudes que florecen en el alma muestra el desarrollo y el terreno fértil para que el amor florezca en el corazón. Aporta facilidad; es la libertad de ser. Trae la paz; es la plenitud de la existencia.
Es necesario abstenerse de cobrar por la sencilla razón de que nadie nos debe nada.
Si reclamamos algún derecho sobre otra persona, puedes estar seguro de que no hay amor. Si nos sentimos dueños o acreedores de otro, puedes estar seguro de que el amor no nos gobierna. El amor se niega a resistir la dominación porque es intrínsecamente libre.
Desde el momento en que nos damos cuenta de que somos responsables de nuestra propia felicidad y de que nadie nos debe nada, todo lo que se nos ofrece, por pequeño que sea, se convierte en un regalo agradable. Ningún árbol da frutos cuando no es el momento de hacerlo. El amor requiere paciencia. El amor permite que la compasión por la imperfección de los demás surja de la humildad de reconocer que no tenemos ninguna perfección que ofrecer. Es el proceso de maduración de tus alas lo que te permite volar.
Con amor, Johnny.
The one who suffers from love is the one who has not yet unintentionally understood who is the right recipient of this real feeling and how it works. The root of suffering is in love, like the love of a merchant who counts the goods that come and go. If we offer love, affection and attention, we ask for a quid pro quo or payment in return. In other words, we only allow ourselves to love when we feel equally loved, don't we? This is what I call a misguided destiny.
When we behave this way, we show that we care more for ourselves than for others. This attitude shows that we love for what we receive in return and that the other is only a means for the love we give to be returned. This is not love, but selfishness. It is like mailing a letter to oneself. What is the point of writing a letter to oneself?
Love is a poem we write to the wind without thinking of signing it. Acts born in the purity of the heart are the best poems written on the paper of life. It is poetry put in a bottle, thrown into the sea with joy to fill the soul of the one who finds it, without any other interest. Love, to be love, must be committed to the non-response of the other to return the same coin. The love you have is not the same as the love you receive, only the love you give.
Exchange is commerce; love is an exchange of the beauty and joy of life that beats in the other without payment, tax or tribute of any kind. Like the flowers we plant by the side of the road to beautify the lives of those who come after us, regardless of whether they will benefit from their color and fragrance. To love is to offer the light that lives in us to illuminate the dark side of the world without presenting a bill for the service rendered, otherwise it is not love. This understanding is an important step to free oneself from emotional or sentimental dependence and thus to put an end to all suffering. If you pay attention, you will realize that we suffer from jealousy, envy, selfishness and other less noble emotions, but never from love.
Think of the sun, which illuminates, warms, renews and gives life without asking money for it. Hence its greatness and power. All love becomes magnetism and so everything and everyone tends to revolve around the generating center. Like the sun, you get everything when you ask for nothing in return. It is a strange and surprising equation of life that we stubbornly refuse to understand, so we suffer. If you want to be free of pain, you have to leave the classroom of selfishness and jealousy and go to a new school.
This is the origin of the word egoism. The natural consequence of selfish love is jealousy, an emotion so strong that we mistake it for love itself. Worst of all, jealousy is associated with feelings of insecurity and old-fashioned ideas of domination. The idea that we are exceptional and that we are the center of the world makes us believe that we have absurd rights over everything and everyone. We misuse the word "commitment" in our relationships to hide the real feelings that drive us: jealousy and selfishness.
We become dominant because of faulty education and training. By communicating with the person who gives us joy, we allow the fear that he will leave us to manifest itself. How can we lose what we cannot have? We delude ourselves into believing that happiness is only possible if we are in control of everything around us and everyone we consider important to our happiness. This is the cradle of prisons.
Taming people brings pain, taming people brings inevitable suffering. We suffer for other much less noble feelings, and we attribute to love a defect that it does not have. No one suffers for love. We forget the lesson of the sun, we seek warmth and light and erase the joy of those around us. Love is not a demand or a compromise. Love is the antidote to this poison; it is freedom and fulfillment.
We often feel an existential void and find it difficult to identify its origin. Then we look for someone to fill it and transfer the responsibility for our happiness to him or her. This is the perfect formula for failure and pain. Instead of following the path of self-knowledge to heal the emotional cracks that prevent us from moving forward, instead of illuminating the shadows that prevent us from moving forward by attributing the cause of our dissatisfaction to others, we prefer the easy path of looking for someone to fix the dissatisfaction we feel. In short, we believe that love means having someone to make us happy. This breeds stagnation, which in turn turns us into monotonous people; it breeds dependence, which builds prisons without bars.
Taking full responsibility for your own happiness means being prepared to begin the journey. The first step is to honestly and courageously accept the process of self-discovery and subsequent self-transformation. Letting go of any guilt towards others and focusing on the obligation to share the virtues that flourish in the soul shows the development and fertile ground for love to blossom in the heart. It brings ease; it is the freedom to be. It brings peace; it is the fullness of existence.
It is necessary to refrain from collecting for the simple reason that no one owes us anything.
If we claim any right over another person, you can be sure that there is no love. If we feel that we are the owners or creditors of another, you can be sure that love does not rule us. Love refuses to resist domination because it is intrinsically free.
From the moment we realize that we are responsible for our own happiness and that no one owes us anything, everything that is offered to us, no matter how small, becomes a pleasant gift. No tree bears fruit when it is not the right time to do so. Love requires patience. Love allows compassion for the imperfection of others to arise from the humility of recognizing that we have no perfection to offer. It is the process of maturing your wings that allows you to fly.
Love, Johnny.
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