El 28 de diciembre nos recuerda lo que somos durante los otros 364 días del año.
— Mark Twain
E S P A Ñ O L
TERCERA PARTE
Buscando un rival
La ciudad ya anochecía, todo parecía desolado en la mente de Colmillo de Plata. Los edificios en el centro simulaban en conjunto a la estructura de un abismo; donde ni las arpías o las gorgonas dejarían su suciedad allí.
La soledad combinada con oscuridad era necesaria para el detective, pues invitaba a la reflexión e incrementaba el poder deductivo. Colmillo jamás necesitó de un compañero, solo el silencio que lo estimulaba a ejercer sus vívidos pensamientos.
Mientras conducía hacia el consultorio del doctor Sevillano, recordaba las palabras, expresiones, gestos y extrañas manías de la señora Thelma.
Ella sí que es una mujer bastante interesante con un peso especial.
Pensaba Colmillo y cada vez que recordaba esa ocasión, otro detalle relucía de manera espectral como un fantasma que corre por un pasillo golpeado por la pena. Sería una verdadera lástima para el detective que el psicólogo no de la misma batalla, pues él quería más pelea.
Colmillo se estaciona frente a otro edificio; uno con más aparente antigüedad. Las fachadas corroídas y el aspecto sucio de algunas ventanas, le hicieron pensar en un lugar horrible como un psiquiátrico.
¿Un psiquiátrico en medio del centro de la ciudad? Las personas quieren lejos tanto a los enfermos como a los criminales.
El detective se paró frente al edificio y lo miró con detenimiento por minutos. Analizó sus esquinas viejas y manchadas. Esbozó una sonrisa, pues el lugar le hizo recordar a un caso que resolvió hace varios años, sobre un asesino serial que tenía un gusto particular por esconderse en lugares abandonados.
Mató a varios exploradores urbanos —una moda muy popular especialmente entre los jóvenes—, y dejó sus cuerpos en las escenas del crimen. Grave error.
Fue uno de los casos preferidos de Colmillo de Plata; atrapar a ese nómada vagabundo le causó una singular satisfacción, no porque sea su trabajo, sino por la batalla que el criminal ofreció. El asesino sabía dónde esconderse en los lugares más recónditos, era como un juego de ajedrez donde solo uno de los dos podía dar jaque mate.
El detective entró al edificio con los amplios recuerdos en su mente, esperaba algo más desolado, pero se equivocó. El interior del edificio era todo lo contrario a su fachada, había un amplio pasillo con un piso de granito bien lustrado frente a él. Colmillo miró el lugar algo sorprendido hasta que una mujer de baja estatura, traje anaranjado y trapeador en mano apareció de repente.
—¿Puedo ayudarlo? —Dijo ella, parecía no tener más de veinte años.
—Sí, de hecho, estoy buscando el consultorio del terapeuta Frank Sevillano, ¿sabes dónde queda?
—Por supuesto, señor, es en el primer piso; cuando llegue diríjase a la izquierda y encontrará la puerta que indica el consultorio.
—Muchas gracias— contestó Colmillo—, por cierto, ¿cuánto tiempo tiene trabajando aquí?
—Ehm… solo tengo unos meses, ¿por qué pregunta?
—Soy un detective, —Colmillo se fijó en el nombre que se hallaba pegado en el uniforme de la chica— Catalina, ¿cierto?
—Sí señor.
—Estoy investigando un crimen y seguramente has escuchado a hablar de ello; es sobre los asesinatos de las tres chicas que murieron brutalmente este mismo mes.
—Oh sí, señor, por supuesto. Vi las noticias. Pobres chicas.
—¿Las has visto entrar aquí? Si no las reconoces puedo enseñarte fotografías de ellas…
—No es necesario, señor, recuerdo muy bien, pero solo a una de ellas quien era la que más venía. Creo que era la última chica que murió.
—¿En serio? Que interesante… —El detective se tocó la barbilla en modo pensativo—. ¿Sabes si el doctor Sevillano tiene otro lugar donde atiende a sus pacientes?
—Ni idea, señor, solo sé que aquí siempre vienen a buscarlo, y viene mucha gente a verlo, es el terapeuta más buscado de la ciudad.
—Sí, lo sé… —Colmillo terminó con una mueca en sus labios finos que dejó confundida a la chica—. Bien, Catalina, gracias por tu cooperación, puede que volvamos a hablarnos. Pareces una chica simpática, supongo que me verás de nuevo por aquí.
—Está bien, señor, me alegro haberlo ayudado—. Luego de esas últimas palabras, Colmillo subió las escaleras rápidamente hacia el primer piso. Se paró frente al consultorio y tocó el timbre.
—¡Un momento, por favor! —Se escuchó un grito tenue. El doctor Sevillano abrió la puerta y recibió en su local a su contrincante.
El terapeuta, para ser un hombre de más de sesenta años, se veía más joven y lleno de vitalidad. Era alto, con una mirada tan penetrante como la de Colmillo; acompañada de unos brillantes ojos azul zafiro. Su rostro estaba casi escaso de arrugas y su blanco, lacio y bien penado cabello hacía buen contorno con su atractivo.
Mi otro oponente es muy guapo y aparentemente muy inteligente, creo que este será otro gran desafío.
Colmillo admite que es una persona muy superficial, pero esta particularidad le ha enseñado reconocer ciertas singularidades en las personas. Ser prejuicioso no siempre está mal, para este detective, el reconocimiento de ciertas cualidades sutura algunas cosas en concreto que deben ser resueltas. El doctor Sevillano quizás también hace el mismo análisis, pero, aunque su oponente hurga entre conductas y caracteres banales, puede explorar más allá, y puede que, con una simple conversación, encuentre lo que está buscando.
CONTINUARÁ...
E N G L I S H
December 28 reminds us of who we are during the other 364 days of the year.
— Mark Twain
PART THREE
Looking for a Rival
The city was already dark, everything seemed desolate in Silver Fang's mind. The buildings in the center together simulated the structure of an abyss; where neither the harpies nor the gorgons would leave their dirt there.
Loneliness combined with darkness was necessary for the detective, as he invited reflection and increased deductive power. Fang never needed a partner, only the silence that stimulated him to exercise his vivid thoughts.
As he drove to Dr. Sevillano's office, he remembered Mrs. Thelma's words, expressions, gestures, and strange obsessions.
She is a very interesting woman with a special weight.
Fang thought, and each time he recalled that occasion, another detail shimmered spectrally like a ghost running down a grief-stricken hallway. It would be a real pity for the detective if the psychologist didn't fight the same because he wanted more of a fight.
Fang parks in front of another building; one with more apparent antiquity. The corroded facades and the dirty appearance of some windows made him think of a horrible place like a psychiatric hospital.
A mental hospital in the middle of the city center? People want both the sick and the criminals away.
The detective stood in front of the building and looked at it carefully for minutes. He studied its old, stained corners. He smiled because the place reminded him of a case he solved several years ago, about a serial killer who had a particular taste for hiding in abandoned places.
He killed several urban explorers—a very popular fad, especially among the young—and left their bodies at crime scenes. Serious mistake.
It was one of Silver Fang's favorite cases; Catching that wandering nomad gave him singular satisfaction, not because it was his job, but because of the battle the criminal put up. The assassin knew where to hide in the most remote places, it was like a chess game where only one of the two could checkmate.
The detective entered the building with the vast memories in his mind, expecting something more desolate, but he was wrong. The interior of the building was the complete opposite of its façade, there was a wide corridor with a well-polished granite floor in front of it. Fang looked at the place somewhat surprised until a short woman in, an orange suit and mop in hand suddenly appeared.
-Can I help you? —She said, she seemed to be no more than twenty years old.
—Yes, in fact, I'm looking for the office of therapist Frank Sevillano, do you know where it is?
—Of course, sir, it's on the first floor; when you arrive, go to the left and you will find the door that indicates the office.
"Thank you very much," Fang replied, "by the way, how long have you been working here?"
"Um... I'm only a few months old, why do you ask?"
"I'm a detective," Fang noticed the name that was pasted on the girl's uniform, "Catalina, right?"
-Yes sir.
—I'm investigating a crime and surely you've heard of it; It's about the murders of the three girls who were brutally killed earlier this month.
“Oh yes, sir, of course. I saw the news. Poor girls.
"Have you seen them come in here?" If you don't recognize them I can show you pictures of them...
—It's not necessary, sir, I remember very well, but only one of them who came the most. I think she was the last girl to die.
-Really? How interesting…” The detective touched his chin thoughtfully. Do you know if Dr. Sevillano has another place where he treats his patients?
—I have no idea, sir, I just know that they always come looking for him here, and many people come to see him, he is the most wanted therapist in the city.
"Yeah, I know…" Fang finished with a grimace on his thin lips that left the girl confused. Well, Catalina, thanks for your cooperation, maybe we can talk to each other again. You seem like a nice girl, I guess you'll see me around here again.
"Okay sir, I'm glad I helped you." After those last words, Fang quickly went up the stairs to the first floor. He stopped in front of the office and rang the bell.
-One moment, please! A faint scream was heard. Doctor Sevillano opened the door and received his opponent at his place.
The therapist, for a man in his sixties, looked younger and full of vitality. He was tall, with eyes as penetrating as Fang's; accompanied by brilliant sapphire blue eyes. His face was almost without wrinkles and his white, straight, well-trimmed hair contoured well with his attractiveness.
My other opponent is very handsome and very smart, I think this will be another great challenge.
Fang admits that he is a very superficial person, but this peculiarity has taught him to recognize certain singularities in people. Being prejudiced is not always bad, for this detective, the recognition of certain qualities stitches up some specific things that must be resolved. Dr. Sevillano may also make the same analysis, but, although his opponent rummages through banal behaviors and characters, he can explore further, and perhaps, with a simple conversation, find what he is looking for.
TO BE CONTINUED...
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