Hay lugares tan precisos de la vida donde un aroma, un lugar, una palabra, o algo que viste, te recuerda a ese alguien que ya no puedes abrazar y te quiebras. Es como si ese esfuerzo de reunir todas tus partes para completarte hubiese sido en vano.
Eso me sucedió hoy, tuve que hacerle caso a mi manía de escribir para escribirte esto, mamá.
Hoy estaba alegre, te lo juro, creo que me viste, me había tardado en arreglar ese sentir y justo hubo algo que me hizo recordar el episodio que nunca quise vivir.
Te extraño
y también a papá.

Casual Intrusión
La fatiga en las manecillas del reloj
anuncia tu insospechada llegada.
Triada las muecas de presunta paz,
el falso olvido y el audaz insomnio.
Con esa ristra
disimulo lo don nadie
que me siento.
Después,
me pongo
a calcular con erudición
vacíos entre una ausencia
que me suma
cicatrices.
Hoy te vi otra vez
y no lo esperaba.
Hay días
que significan tu nombre,
pero esta mañana tibia no.
Había hecho ya remiendos de duelo
para visitar planificadamente tu ayer,
mas te vi antes de la ansiada cita.
Existen
fechas en que,
lo quiera o no,
me toparé con nuestro preciado nexo,
la agenda no es celebrar tu ausencia,
sino la ejemplar presencia que vive
en este aprendiz
de yo.
Hay tanto
que eres aún:
la lluvia a cántaros,
la familia que lucha junta,
la gente ayudando a otros seres,
los lotos y girasoles,
los octubres y diciembres,
las guacamayas, el canto,
los verdes mayos,
y un trágico día
de agosto.
No quiero
hablar en pasado
de alguien que sigue
rodeándome.
La diferencia es
que el pasado,
a veces, me reclama
tu casual intrusión,
quizá, para que me detenga,
para que mire y observe
lo que estoy haciendo
con mis caminos.
Y lo hago,
te siento, me estaciono,
al cielo miro, pienso mucho,
razono y en un prudente luego
te extraño.
Sé que no será en vano
la huida de la calma
con el cano arribo
de las lágrimas.
Disfruto
la respuesta de la paz
cuando me explica
su escalada presencia
hasta que, súbitamente,
también, se marcha
contigo.
Una vez nueva,
te miré
y, claro,
me entristecí.
Es inevitable
no morir un poco
cuando me topo
con tus letanías
haciéndose valientes
para vigilarme,
aun cuando eso significa
volver al cuestionamiento
del porqué ya no estás
conmigo.
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