Saludos. En una publicación anterior les comentaba el caso de Manuel, un vendedor de hortalizas que tuvo que cerrar su negocio por no poder competir contra los precios de un gran supermercado.
Hoy les traigo una historia parecida en la que otro manejo más hábil de las condiciones ha hecho posible un desempeño exitoso.
Todo comenzó cuando Rafael quedó en la junta directiva de su asociación de vecinos, en un sector del Norte de Maracay. Una zona de clase media, con una gran tradición comercial, rodeada de restaurantes de lujo y cercana a dos grandes centros comerciales, en los que hay sendos supermercados.
A Rafael le encantaba visitar la “Colonia Tovar”, un pequeño poblado de montaña situado en la parte Noreste del Estado Aragua. La Colonia, como es conocida en el lenguaje común, es famosa por sus productos agrícolas, entre los que se cuentan verduras, fresas, higos, duraznos y albaricoques. En los últimos tiempos también han logrado tropicalizar cultivos como la pera y la manzana.
En una de sus visitas Rafael compraba entusiasmado unas fresas con crema cuando le vino la idea de hablar con Hans, el tendero del puesto. De tanto pasar por allá los dos hombres se habían ido conociendo. Y Hans agradaba a su cliente colocando una mayor cantidad de fresas con cremas en la compra de Rafael.
Hans, has pensado alguna vez venir a Maracay a vender los productos? Le soltó Rafael al tendero mientras concretaba el pago.

La verdad que no, señor Rafael. Sé que muchos de aquí van los sábados a Maracay y colocan los camiones en sitios estratégicos donde hacen buenas ventas, pero he escuchado que ya tienen todo el mercado copado, así que no me he atrevido a inventar…
Pero quizá pudieras tener un chance en el sector donde yo vivo, continuó Rafael. Es una zona con buen poder adquisitivo y donde seguramente tus productos tendrán buena demanda. Anímate, te puedo conseguir un puesto en un sitio inmejorable…
Está bien, señor Rafael. Vamos a cuadrar eso. Total, con probar no se pierde nada…
En esa misma semana los dos hombres se pudieron de acuerdo. Rafael le dejó a Hans las coordenadas del sitio, había logrado conseguir para el sábado un puesto en la plaza más grande de la zona. Hans, por su parte, se puso de acuerdo con unos amigos para que atendieran el puesto que tenía en la Colonia, así no perdería las ventas del sábado, uno de los días de mayor visita por parte de los turistas.
A las cinco de la mañana del sábado ya Hans tenía el camión cargado. Además de las mesas para ofrecer los productos y una lona marrón, para proteger las mesas y los clientes de la lluvia y el sol.
En dos horas y media cubrió los casi ochenta kilómetros del trayecto de la Colonia a Maracay, la pendiente de la montaña es bastante acentuada y con un camión cargado hay que extremar las precauciones.
No le costó mucho a Hans encontrar la plaza. Eran las ocho de la mañana cuando llegó. Se alegró mucho al ver a Rafael, quien lo esperaba acompañado de otros integrantes de la junta de vecinos.
Ya para las nueve todo estaba instalado y comenzó el tráfico de gentes, todos vecinos de los edificios y casas del sector. La gente estaba entusiasmada con la oferta de productos que llevaba Hans. Hortalizas cultivadas con abonos naturales, miel de abejas sin añadidos extraños, una que otra charcutería propia de los colonieros, las clásicas fresas con cremas, panes diversos y una buena oferta de dulcería variada.
Para las primeras horas de la tarde todo había sido vendido. Hans y su familia limpiaron con esmero el espacio, cuidando de no dejar ningún rastro de su presencia, esa había sido una de las condiciones en las que había insistido Rafael, la limpieza del sitio. Horas después Hans celebraría con los suyos el buen día de venta.

A ese sábado siguieron otros tantos más. La gente se había acostumbrado a esperar con puntualidad el camión de Hans.
Una tarde de semana los amigos de Hans le dijeron que no podrían continuar atendiéndoles el puesto de la Colonia los días sábados. La noticia descorazonó a Hans. Aunque las ventas de Maracay fueran buenas, no podía dejar perder el puesto que tenía en la Colonia, era parte de una tradición familiar.
Habló con Rafael y decidieron explorar otra alternativa. Hans haría algo inédito, pondría la venta ambulante un día de semana. Cuando se lo dijo a su familia no lo tomaron muy bien, pensaron que entre semana nadie iría a hacer sus compras. Hans los invitó a probar, a ver qué pasaba.
Con la asociación de vecinos acordaron extenderle a Hans un permiso de permanencia en la plaza por veinticuatro horas. Del medio día del jueves al medio día del viernes.
Como habría que pernoctar Hans se llevó una camioneta más, así podría disponer de más sitios para colgar las hamacas para las cinco personas que constituían el grupo de vendedores, todos familias de él.
Para sorpresa de todos el nuevo horario fue muy bien recibido por la gente. Los jueves las ventas se extienden hasta las 10 y media de la noche, y para el mediodía del viernes ya todo estaba tan limpio como si nunca hubiese estado un puesto de venta de comida.
Desde aquel primer encuentro en la Colonia han pasado varios años. Ya los camiones de Hans y su familia forman parte del paisaje urbano del sector. Entre vendedores y clientes se ha creado una gran familiaridad, se tratan como amigos. Ahora la gente les encarga a los colonieros hasta las tortas para celebrar los cumpleaños.
De vez en cuando yo me paso por el sitio para recibir una dosis de buena vibra y comprar un pequeño tarro de una miel única y especial.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. In a previous post, I mentioned the case of Manuel, a vegetable seller who had to close his business because he couldn't compete with the prices of a large supermarket.
Today, I bring you a similar story in which more skillful management of the conditions has made successful performance possible.
It all started when Rafael joined the board of directors of his neighborhood association in a sector of northern Maracay. It is a middle-class area with a long commercial tradition, surrounded by luxury restaurants and close to two large shopping centers, each with a supermarket.
Rafael loved to visit “Colonia Tovar,” a small mountain village in the northeastern part of Aragua State. The Colonia, as it is commonly known, is famous for its agricultural products, including vegetables, strawberries, figs, peaches, and apricots. In recent years, they have also managed to tropicalize crops such as pears and apples.
On one of his visits, Rafael was enthusiastically buying strawberries and cream when he had the idea of talking to Hans, the shopkeeper. The two men had gotten to know each other from spending so much time there. And Hans pleased his customer by adding more strawberries and cream to Rafael's purchase.
“Hans, have you ever thought of coming to Maracay to sell your products?” Rafael asked the shopkeeper as he paid.
Not really, Mr. Rafael. I know that many people here go to Maracay on Saturdays and park their trucks in strategic locations where they make good sales, but I've heard that they already have the whole market cornered, so I haven't dared to try...

But maybe you could have a chance in the area where I live, Rafael continued. It's an area with good purchasing power and where your products will surely be in high demand. Go for it, I can get you a spot in an unbeatable location...
All right, Mr. Rafael. Let's work something out. After all, there's nothing to lose by trying...
That same week, the two men came to an agreement. Rafael gave Hans the coordinates of the location; he had managed to get a spot for Saturday in the largest square in the area. Hans, for his part, made arrangements with some friends to look after his stall in the Colonia, so he wouldn't lose Saturday's sales, one of the busiest days for tourists.
By five o'clock on Saturday morning, Hans had his truck loaded. In addition to the tables to display the products, he had a brown tarp to protect the tables and customers from the rain and sun.
In two and a half hours, he covered the nearly 80 kilometers from the Colonia to Maracay. The mountain slope is quite steep, and with a loaded truck, extreme caution is necessary.
It didn't take Hans long to find the plaza. It was 8 a.m. when he arrived. He was very happy to see Rafael, who was waiting for him with other members of the neighborhood association.
By nine o'clock, everything was set up and people began to arrive, all neighbors from the buildings and houses in the area. People were enthusiastic about the products Hans had brought. Vegetables grown with natural fertilizers, honey without additives, a few charcuterie items typical of the colonists, classic strawberries with cream, various breads, and a good selection of assorted sweets.
By early afternoon, everything had been sold. Hans and his family carefully cleaned the space, taking care not to leave any trace of their presence, which had been one of Rafael's conditions: that the site be left clean. Hours later, Hans would celebrate the successful day of sales with his family.
That Saturday was followed by many more. People had become accustomed to waiting punctually for Hans' truck.

One weekday afternoon, Hans' friends told him that they would no longer be able to help him run the Colonia stall on Saturdays. The news disheartened Hans. Although sales in Maracay were good, he couldn't give up the stall he had in Colonia; it was part of a family tradition.
He spoke with Rafael, and they decided to explore another alternative. Hans would do something unprecedented: he would set up his street stall on a weekday. When he told his family, they didn't take it very well. They thought that no one would go shopping on a weekday. Hans invited them to give it a try and see what happened.
The neighborhood association agreed to grant Hans a permit to stay in the square for twenty-four hours, from noon on Thursday to noon on Friday.
Since they would have to spend the night, Hans brought another truck so he would have more places to hang hammocks for the five people who made up the group of vendors, all of whom were his relatives.
To everyone's surprise, the new schedule was very well received by the people. On Thursdays, sales continue until 10:30 p.m., and by noon on Friday, everything is as clean as if there had never been a food stall there.
Several years have passed since that first meeting in the neighborhood. Hans and his family's trucks are now part of the urban landscape of the area. A great familiarity has developed between vendors and customers, who treat each other like friends. Now people even order cakes from the colonieros to celebrate birthdays.
From time to time, I stop by the site to get a dose of good vibes and buy a small jar of unique and special honey.
Thank you for your time.
Translated with DeepL.com (free version).





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