







Esta semana fue una locura. No sé ni por dónde empezar… El cuerpo lo está sintiendo todo, pero la mente está más fuerte que nunca.
Arranqué con los entrenamientos de fuerza en el gym —esas rutinas que no perdonan— piernas, core, espalda… salí con las piernas temblando, pero con esa satisfacción de saber que estoy construyendo una base sólida para todo lo que viene. Me tocó hacer series de velocidad en el Parque del Este. ¡Qué manera de exigirme! Ritmos altos, repeticiones intensas y el corazón latiendo como tambor. Pero ahí estuve, dándolo todo en cada tramo, respirando fuerte, pero con la mirada fija en el objetivo.
El viernes tuve una clase de técnicas de carrera. Parecía algo ligero, pero ¡qué va! Cada ejercicio fue una corrección, un ajuste, un reto nuevo. Me hizo conectar más con mi cuerpo y entender que no todo es correr por correr… también se entrena la forma, la eficiencia, la conciencia en cada zancada.
Y como si fuera poco, vino el Ávila. Me lancé la ruta del bombillo, trabajando tanto el desnivel positivo como el negativo. Subiendo con fuerza, bajando con control. El cuerpo pidió pausa, pero el alma no quería parar. Esa montaña siempre me reta, pero también me enseña.
Y para cerrar la semana, los 13K que se suponían en zona 2… pero el cuerpo tenía otra idea. Terminé corriéndolos en zona 3, controladamente, sí, pero definitivamente el esfuerzo ya venía acumulado. Aun así, me sentí bien. Agotada, sí. Pero poderosa.
Esta semana me demostró que estoy en el camino correcto. Que el cansancio pesa, pero no vence. Aquí, justo aquí, es donde se construye la verdadera resistencia.
Ser iconica es una responsabilidad muy especial, sigo trabajando en lo que amo
La felicidad no necesita filtro