Cuando se aparece, los hombres del lugar le rinden pleitesía.
De uno en uno. En comitiva. En grupos desordenados otras veces…
La conozco de muy niña…
«Esa es una calientapollas». Sí, pero te dice hola y dejas a tu novia, ni te lo piensas.
Una noche, absorto yo en el estudio de la ausente decoración de las paredes, vino a mi vera y me susurró «—soy de fuera… —con decisión contesté: — yo, de aquí».
Dio media vuelta y se fue…
Las manchas de humedad dejaron de insinuarse en formas variadas y marche a la búsqueda de otra iglesia.
«—¡A mí nadie me trata así! —estaba esperándome— y menos… ¡un marica como tú!»
Me agarró por la muñeca y me arrastró hasta unos soportales cercanos…
Nos besamos con violencia…
Cuando sus labios querían separarse de los míos mi lengua se lo impedía. Cuando mi lengua se alejaba de la suya sus labios la atrapaban.
Levante su sujetador…
Mis dientes primero mi lengua y labios después conocieron el sabor y la textura de sus pezones.
Mis manos encontraron sus bragas…
Mi pulgar presionaba su monte púbico, mientras el vacío entre pulgar e índice intentaba desesperado desaparecer entre sus labios, ansiosos tras esa tela finísima.
Entre besos, mordiscos, lametones y convulsiones fueron apareciendo ligeros suspiros…
Su lengua se paseaba por mi cuello cuando, tras un profundo gemido, me alejó de ella.
Precipitadamemente se quitó las bragas…
—¡Fóllame! —grito.
—No llevo preservativos.
—Qué más da... ¡que me folles!
—No, sin condón… ¡No!…
No la he vuelto a ver, el sino ha conspirado para que no coincidamos o quizás se ha muerto, de repente, de rabia…
🔗
Media