Reconozco ese techo y a las tres omnipotencias, a pesar de que no se ve absolutamente nada. Estoy en mi habitación y todo está apagado, todo aguarda silencio, para que sea el cerebro el que se llene de estruendos y polvaredas.
La mera noche, las rojas pesadillas, los blancos sueños y la mismísima muerte, me contemplan en un mismo momento de mi silencio. Ellos tres son los cómplices eternos que se aglutinan en mis más oscuros temores y yo, asimismo, me he vuelto un secuaz mitológico.
Es más de media noche. Hace seis horas que nada se divisa en mi cuarto. El televisor está apagado, lo mismo que los bombillos y otras aparatos cercanos a mi alrededor. Nadie, ni nada, hace bulla, excepto mis hálitos que van corcoveando a la par de la fina hebra de mi intranquilidad por descansar en paz.
Somos cuatro almas en coma, pero el único que prevalece, existe y queda despierto en la vida mismo, soy yo.
Hypnos es el primero en llegar y presencia la peculiar adormidera de la que me acobijo. Ha olvidado a su emisario Oneiro y yo estoy deprimido en su descuido, sabiendo que he violado los designios de tres dioses que no pueden derrocar a mi sueño.
Soy un fenómeno para el abrigo de la oscuridad, aunque a veces me rindo de día, cuando sucumbo a los letargos de haber estado tanto tiempo en despabilo.
Cuando el atardecer fenece, al arribo de la rotunda noche, es lo mismo tener los ojos cerrados o abiertos, porque lo único divisible es el gran cúmulo de la lacerante noche, sin ningún otro rastro de color que no sea un torturante azabache.
Jamás me duermo. La itinerancia en mis pupilas de esa tiránica oscuridad es la que me causa delirio. Me abato de lado a lado en mi alcoba, tratando de dormir y no existe otro pigmento que incurra en el techo, excepto el tono del amanecer que me hace cuestionar cuántas horas suceden antes de que la luz del día vuelva a ponerse de moda.
Por allí anda Morfeo, vestido de humanidad, en la clemencia de mi lado exhausto, pero no me sabe aliviar de siestas. Ese es su don, pero su talento pródigo tampoco ha sostenido mi cabeza como en otrora lo hacía con su padre, olvida que puedo ser su hijo.
Tendría que ser más evidente su mensaje, o apiadarse del estado de coma de mi sueño y que yo yazca entre mi cama y la tumba que es el sueño.
Seré más franco y directo. Esto de no poder dormir me está aniquilando. He envejecido y lo renegrido huye de mi cabello y se almacena debajo de mis ojos. Me vuelve loco que todas las advertencias me indiquen que no descansé ni un adarme de lo debido.
Lo músculos retratan ocasos de obesidad. La ansiedad no duda como sí se titubea la calma. Me desgasto otro tanto mirando el reloj, mientras me olvido de cómo dormir y sí recuerdo siempre cómo despertar.
La mente necesita mentirse con un uso horario que le diga cuántos minutos descansó para el arqueo de fuerzas se sustente de algo lógico que te ayude a rendir cuando tus obligaciones te necesitan atento.
Bienvenido Tánatos... Quizás tú pudieras repletar el reposo con inmensa profundidad, para que me encuentres y me confundas con tu propia sombra y te extravíes, junto a mí, en la inmensidad de mis noches.
Sermón y amenaza para mi somnología, él es el desdichado insomnio fatal, pero me arranca de su prócer gen por la mortandad y el Dios me permite optar a mi propia agonía por no poder pernoctar.
Y sé que el techo está ahí, en alguna brevedad entre mi cama y el tope del habitáculo. Se supone que en ese horario, debería estar navegando en las ondas del sueño colorido y, sin embrago, el pleito es distinto. Estoy tratando de asegurarme que dos objetos inertes, siendo yo el más inanimado, sigan en sus mismos puestos, tanto cuando cierro los ojos, o cuando los abro y no observo absolutamente nada, ni siquiera mis manos suplicándole a tres deidades que sean tan facultosos como en otras mitologías.
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I recognize that ceiling and the three omnipotences, even though I can see absolutely nothing. I am in my room and everything is turned off, everything awaits silence, so that it is the brain that fills with rumblings and dust.
The mere night, the red nightmares, the white dreams and death itself, contemplate me in the same moment of my silence. Ellos tres son los cómplices eternos que se aglutinan en mis más oscuros temores y yo, asimismo, me he vuelto un secuaz mitológico.
It is past midnight. Hace seis horas que nada se divisa en mi cuarto. El televisor está apagado, lo mismo que los bombillos y otras aparatos cercanos a mi alrededor. Nobody, nothing, is making noise, except my breaths that go corcoveando along with the thin strand of my restlessness to rest in peace.
We are four souls in pain, but the only one who prevails, exists and remains awake in life itself is me.
Hypnos is the first to arrive and witness the peculiar poppy from which I cower. He has forgotten his emissary Oneiro and I am depressed in his carelessness, knowing that I have violated the designs of three gods who cannot overthrow my dream.
I am a freak for the shelter of darkness, though sometimes I give up in the daytime, when I succumb to the lethargy of having been so long in wakefulness.
When the dusk fades away, at the arrival of the resounding night, it is the same to have my eyes closed or open, because the only divisible thing is the great cumulus of the lacerating night, without any other trace of color other than a torturing jet.
Never do I fall asleep. The itinerancy in my pupils of that tyrannical darkness is what causes me delirium. Me abato de lado a lado en mi alcoba, tratando de dormir y no existe otro pigmento que incurra en el techo, excepto el tono del amanecer que me hace cuestionar cuántas horas suceden antes de que la luz del día vuelva a ponerse de moda.
Over there walks Morpheus, dressed in humanity, in the clemency of my exhausted side, but he does not know how to relieve me of naps. That is his gift, but his prodigal talent has also not held my head as it once did his father's, he forgets that I can be his son.
It would have to be more overt in its message, or take pity on the comatose state of my dream and have me lie between my bed and the grave that is sleep.
I will be more frank and direct. Esto de no poder dormir me está aniquilando. He envejecido y lo renegrido huye de mi cabello y se almacena debajo de mis ojos. Me vuelve loco que todas las advertencias me indiquen que no descansé ni un adarme de lo debido.
Muscles portray sunsets of obesity. Anxiety does not hesitate as calmness hesitates. I wear myself out looking at the clock, while I forget how to sleep and I always remember how to wake up.
The mind needs to lie to itself with an hourly use that tells it how many minutes it rested for the arching of forces is sustained by something logical that helps you to perform when your obligations need you attentive.
Welcome Thanatos... Perhaps you could replete the repose with immense depth, so that you find me and confuse me with your own shadow and stray, together with me, in the immensity of my nights.
A sermon and a threat to my somnology, he is the wretched fatal insomnia, but he tears me from his heroic gene by mortality and the God allows me to opt for my own agony for not being able to sleep.
And I know the ceiling is there, in some brevity between my bed and the top of the room. I'm supposed to be surfing the waves of colorful sleep at that time, and yet, the lawsuit is different. I am trying to make sure that two inert objects, me being the most inanimate, are still in their same positions, either when I close my eyes, or when I open them and observe absolutely nothing, not even my hands begging three deities to be as empowered as in other mythologies.