Hoy sábado me tocaba ir a la montaña por mi entrenamiento para Chichi, el clima no nos dejó 🥹. Es por ello que mi Coach nos cambió el plan y algunas nos fuimos al Parque del Este hacer la tarea del domingo 🤭
Correr en zona 2 hoy en el Parque del Este fue una experiencia casi meditativa. Desde los primeros pasos, sentí cómo mi respiración se sincronizaba suavemente con el ritmo pausado de mis zancadas. No había prisa ni apuro: solo estaba yo, mi cuerpo y el entorno. El aire de la tarde y el sol brillante que tanto anhelaba y me resplandeció en todo mi recorrido.
Mi corazón latía constante, sin esfuerzo. Me mantenía en esa frecuencia donde todo se sentía sostenible, como si pudiera correr durante horas. Observaba los árboles, el lago, la gente que también entrenaba, cada quien en su propio ritmo. En esa zona, mi mente se liberaba. Los pensamientos fluían sin tensión, como si el movimiento los filtrara, dejándome solo con lo esencial.
Sentía cómo mis músculos trabajaban de forma eficiente, sin agotarse. Era una danza fluida entre resistencia y control. La zona 2 no exigía velocidad, sino constancia, conexión, paciencia. Correr así no se trataba de rendir al máximo, sino de mantenerme en equilibrio. Y mientras avanzaba, una sensación de bienestar profundo me envolvía. Al terminar, no estaba exhausta: estaba despierta, tranquila, recargada y por supuesto muy feliz por el logro alcanzado. Como si mi cuerpo y mente hubieran hablado el mismo idioma.
La felicidad no necesita filtro